lunes, 26 de diciembre de 2011

EL MARQUÉS SUBVENCIONADO QUE QUISO VIVIR EN EL MEDIEVO



Andalucía es un tema recurrente para algunos políticos como se ha venido demostrando con declaraciones de miembros del Partido Popular de arriba de Despeñaperros y de Convergencia i Unió. También se sube al carro de la demagogia gente de aquí como Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra. Digo de aquí con cierta duda, pues en este caso se le podría aplicar aquellos versos de Pablo Neruda, “Siempre los ricos fueron extranjeros”. El hijo de la duquesa de Alba se despachó  a gusto en el programa televisivo de Jordi Évola, “Salvados”. El aristócrata declaró que, “cuando ves a gente joven que no tiene el menor ánimo de progresar es grave. Eso sólo lo he visto en Andalucía. En el norte no pasa, tampoco en el centro y ni siquiera en Extremadura”. Y como colofón el vestigio del señoritismo andaluz, arroja flores a Durán Lleida, el político catalán que tiene siempre en el punto de mira a los jornaleros andaluces, sobre todo en período electoral.
            Quien habla de la falta de iniciativa y de la subvención del trabajo andaluz, es alguien que jamás ha dado un palo al agua, y que como él mismo reconoció en la entrevista, la casa a la que pertenece, recibe tres millones de euros anuales de subvenciones de la Unión Europea.
            A Martínez de Irujo le hubiese gustado vivir en la época medieval, afirmaba en la entrevista. Yo le creo, es un período que encaja mejor en lo que él representa: el vasallaje consustancial al feudalismo. Comprendo que en esta Andalucía está fuera de lugar,  a pesar de las 25.000 hectáreas de la Casa de Alba.
            La clase social que representa el conde de Salvatierra añora otros tiempos, algunos no tan remotos, en los que en alianza con la clase burguesa más conservadora del Estado español, tuvo mando en plaza, relegando a su propia tierra. La falta de iniciativa con la que acusa a los jóvenes andaluces, es la que la alta burguesía andaluza tuvo con su territorio natural, siendo la menos dinámica de todas las que se han dado cita a lo largo de la historia española. La que dio la espalda a Andalucía y propició los tópicos más innobles sobre sus gentes.
            Presionado por el rechazo que sus palabras ha causado y por los más de quinientos jornaleros que invadieron una de sus fincas al grito de “No somos marqueses, tampoco banqueros, somos andaluces, somos jornaleros”, el marqués ha rectificado. Tras una entrevista con dirigentes del Sindicato Andaluz de Trabajadores ha admitido haber “aprendido mucho del campo andaluz” y que el PER, “es un mal menor”. Que sus declaraciones se referían a un grupo reducido de andaluces.
            Con la boca pequeña, hace un gesto de arrepentimiento por su mala conciencia, obligado por los vientos, sabiendo que, como lo siente, volverá a tropezar en la misma piedra. Porque que un marqués rectificara no ocurría en el medievo.
           

martes, 15 de noviembre de 2011

MALOS TIEMPOS PARA LA CULTURA

La crisis económica que de manera severa padece España ha pasado una alta factura al mundo de la cultura. Artistas de todas las modalidades tienen muy difícil el trabajo. Los ayuntamientos que, con sus programaciones culturales eran una fuente importante donde bebía este sector, atraviesan un duro momento económico y ya no pueden contratar a quienes tiene en el arte su sustento. Grupos de teatro, cantantes, músicos...se ven obligados a actuar tan sólo por la taquilla, allí donde hay local para hacerlo, arriesgándose al fracaso del negocio o a una exigua ganancia. Entre los artistas más modestos la situación resulta especialmente dramática.
            La existencia en nuestra comunidad de los Circuitos de Espacios Escénicos Andaluces supone, desde la Junta de Andalucía, una apuesta clara, que no sólo sirve para facilitar el trabajo a este sector, sino para llevar un programa de gran calidad a distintos puntos de la geografía andaluza. Aunque la problemática económica de los ayuntamientos ha hecho que muchos municipios se descuelguen de este programa público que, a un costo inimaginable, aseguran una programación fija, en tiempos como los que vivimos es loable su más que justificada continuidad.
            De la misma manera, es también destacable que se procuren medidas adecuadas para paliar el problema. Por eso quiero destacar –la fiebre bipartidista que vivimos y la intencionada ignorancia hacia formaciones políticas menores hace que pasen desapercibidas- las propuestas que sobre esta cuestión hacía el candidato al Congreso por Córdoba del Partido Andalucista, el profesor universitario Antonio Manuel Rodríguez. Dado que una mayoría de estos trabajadores de la cultura tienen ingresos esporádicos, con bajas y altas en la Seguridad Social, el programa andalucista aboga por un régimen flexible, donde se figure siempre de alta, prorrateándose los ingresos a final de año.
            El apoyo a los emprendedores culturales se fija en una exención del IVA a todos los productos culturales hasta 60 euros, que afectaría a libros, discos, entradas de cine y teatro, dvds. Se plantea también una desgravación fiscal de hasta el 50 por ciento para las pequeñas y medianas empresas de productos culturales, con la obligación de su reversión en el propio negocio. La puesta en marcha de un régimen autónomo especial para artistas y artesanos completaría esta serie de iniciativas destinadas a coadyuvar a la mejora del mundo de la cultura en este difícil período.
            Contrasta estas propuestas con la escasez o ausencia en la mayoría de los programas de los partidos que concurren a los comicios del día 20. La cultura, por los avatares de los mercados y las primas de riesgo, ha pasado a ser la cenicienta de las cenicientas en la vida de este país. Con ello perdemos todos los ciudadanos, y pierde también la libertad.  

lunes, 14 de noviembre de 2011

COSTARÁ TIEMPO OLVIDAR TANTO DOLOR

Muchos recordaremos el día en que la organización terrorista ETA anunció el abandono de lo que llaman la “lucha armada”. El hecho de que tantas personas en el País Vasco, principalmente, puedan saber que no les estallará una bomba en su automóvil o que nadie esperará para darle un tiro en la nuca, ya es motivo de inmensa alegría, aunque no haya habido el más mínimo gesto hacia las víctimas y sus familiares por parte de los violentos.
            Aunque intenten vendernos desde la izquierda abertzale y de la propia ETA, que ellos han traído la paz y, consecuentemente, es el Gobierno español el que tiene que mover ficha, todos sabemos que la única organización terrorista activa de Europa había sido arrinconada gracias a la acción de la Policía y la Guardia Civil, la colaboración francesa, y la efectividad de la Ley de Partidos de 2002, que dejaba al margen del juego político legal a quienes no condenaran el terrorismo. A ello se unió la ruptura del alto el fuego en diciembre de 2006 -tras la negociación abierta por el Gobierno de Zapatero-, con el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas, que provocó la muerte de dos ciudadanos y heridas a una veintena. ETA había sido arrastrada a un callejón si salida y su brazo político había quedado descolocado y sin argumentos. Esa es la realidad.
Sí, será un día para recordar que muchas familias quedaron rotas, que la amenaza hizo que ciudadanos decentes abandonaran su tierra, que la cantera de niñatos y chulos de la banda sembró de violencia las calles de Euskadi. Que aquello que ETA denominó “socialización del dolor”  vistió de luto a numerosas familias de agentes del orden, empresarios, políticos, periodistas funcionarios o simples ciudadanos. Impuso el lenguaje de las bombas y el asesinato en otras regiones, buscando destruir la economía de las mismas, con atentados en lugares turísticos como Andalucía.
            Costará tiempo normalizar la vida de un pueblo sin libertad. Que los ciudadanos vascos puedan hablar sin temor, que Euskadi sea una excepción dentro de las democracias. No será fácil, porque tantos años de “cultura” del miedo no se borran al día siguiente del anuncio de ETA del cese de la violencia. Acostumbrar a ese mundo que ha alentado a los terroristas, que adopten formas democráticas no será fácil. Hay un largo camino por recorrer, pero ahora sin el crimen como arma política.

lunes, 17 de octubre de 2011

EL DESCRÉDITO DE LA POLÍTICA EN ESPAÑA

En enero de 2007 recibí en mi despacho de trabajo una sorprendente visita. Me llamó el conserje para decirme que unos señores de la televisión británica BBC, que habían llamado unos días antes,  deseaban contactar conmigo para un reportaje. Hasta cierto punto ello no deja de ser extraño, pues por la cuestión de Gibraltar, y el origen de la ciudad de San Roque, de la que soy cronista oficial, no sería la primera vez que ello ocurriese. La sorpresa se produjo al saludar al periodista y entrevistador. Cuando me dijo su nombre: Michael Portillo, le pregunté “¿Michael Portillo, el exministro?”. En efecto, el político que había sido hombre de confianza de la primera ministra Margaret Thatcher, tres veces ministro durante once años, ocupando el departamento de Defensa en época de John Major, venía con su micrófono y acompañado de un cámara para hacerme una entrevista con destino al programa que presentaba en televisión. Quien había estado postulado para el liderazgo de los conservadores, y retirado de la política  en 2005, había vuelto a su trabajo de periodista presentando programas de radio y televisión.
            Al año siguiente visité Ginebra, formando parte de una delegación de la Asociación de la Prensa del Campo de Gibralta. Fuimos recibidos por Loly Bolay, diputada socialista y presidenta del Parlamento del Cantón ginebrino. Bolay es la primera emigrante que ha conseguido un  puesto de tal relevancia dentro de la política suiza. De origen gallego y padre republicano viene a demostrar el triunfo de la integración de los emigrantes en todos los niveles de la sociedad helvética. Tras invitarnos a una sesión del Gran Consejo del Cantón, en la que tuvo la deferencia de trasladarnos un saludo, nos ofreció una copa en uno de los salones del Parlamento, donde nos explicó el carácter rotativo de su cargo y  la preponderancia de la cultura del pacto entre los grupos políticos. Ambas cosas en España sonarían a chino.
Supimos que los políticos suizos ejercen a tiempo parcial, es decir mantienen su puesto de trabajo, y los emolumentos que perciben por su actividad política –el de la propia presidenta era un ejemplo- son inferiores al de muchos concejales y alcaldes de pueblos de España. A pesar de la dificultad que entraña contar con ciudadanos dispuestos a la cosa pública, algo tiene de  positivo el sistema suizo: nadie entra en política para ganar dinero.
            En España, según el último barómetro del CIS, más de la mitad de los ciudadanos, el 52´2% confiesa tener poco o ningún interés por la política. Los insatisfechos con la democracia superan a los satisfechos, 31´4% contra 22´1%. El 70% tiene una imagen positiva del movimiento 15-M, que tiene entre sus banderas el rechazo a los grandes partidos y a la forma de hacer la política en el país. El 85% considera que el fenómeno de la corrupción está extendido por toda España, y el 86´6% está convencido de que el colectivo más salpicado por esta práctica es el de los políticos. Ello contrasta, por ejemplo, con la implicación política de la sociedad noruega, tristemente de actualidad por los atentados terroristas de  la isla de Utoya y de Oslo. En el país escandinavo, donde los jóvenes se implican en la política desde el instituto, los ciudadanos tiene en alta estima a sus políticos, por encima de cualquiera otra institución.
            Ciertamente que todos los políticos no son iguales, los hay que, desde su visión ideológica, tratan de mejorar la vida de los ciudadanos a los que sirven y a los que se deben, pero no puede negarse que las instituciones se han convertido demasiadas veces en verdaderos cortijos donde muchos se han lucrado, han utilizado el dinero público para el más descarado enchufismo, han beneficiado a empresas de familiares y amigos, han “recolocado” a exalcaldes y exconcejales en el caso de los ayuntamientos, mancomunidades y diputaciones. Se han divorciado de la ciudadanía a la que sólo recurren en tiempo de elecciones.
            Ahora, cuando la crisis económica que padecemos deja a flote la penosa situación de las arcas públicas, cuando afrontar la nómina de los empleados supone una hazaña todos los días, sigue habiendo legiones innecesarias de “liberados” y de personal de confianza. Qué lejos de los políticos de otros países, que sin ser la panacea, jamás entendieron la política como una profesión, y menos aún como una manera de favorecer sus propios intereses y los de sus familiares, amigos y compañeros de viaje.

domingo, 9 de octubre de 2011

LAS RAZONES DE ANDALUCÍA, CONTRA LOS ATAQUES DE POLÍTICOS DE CiU







Los dirigentes nacionalistas catalanes Artur Mas y Durán Lleida, como decimos por aquí, se están luciendo. El primero declaró en el Parlament, a la hora de defender la inmersión del idioma catalán, que a los niños andaluces y gallegos no se les entendía al hablar castellano. El segundo habló de las comunidades subsidiadas en el campo. Para herir aún más, unos días después, durante un acto de CiU, se despachó claramente, diciendo que los campesinos andaluces son subvencionados mientras se pasan la jornada en el bar. Respondía, según afirmaba en sus discurso a las “chulerías” de la consejera andaluza de Bienestar Social quien, con poca fortuna y en clave electoralista, había manifestado que mientras en Cataluña se cierran residencias de mayores, en Andalucía se abrían otras nuevas.
            Aunque no es nada nuevo, este tipo de ataques a Andalucía arrecian ahora cuando la Generalitat mantiene un pulso con el Gobierno central para obtener un concierto económico especial. Es el discurso de la Cataluña esquilmada por el resto, obligada a todo tipo de recortes debido a que el dinero catalán va a otras regiones. Una forma de oponer al ciudadano de esta comunidad a las del resto de España. Y en el fondo es la idea mantenida desde el inicio de la Transición de un Estado y tres nacionalidades históricas, que Andalucía, contra viento y marea, rompió en el referéndum del 28 de febrero de 1980.
            Nunca he compartido el anticatalanismo de la derecha más conservadora, que como fruto no está teniendo otro que el aumento del sentimiento de separación de los catalanes. Jamás apoyaré el radicalismo de condenar lo catalán, esa ocurrencia de rechazar los productos que provienen de esa comunidad. Pero tampoco el efecto contrario: el que trata, insensatamente, de convertir a una tierra en víctima a costa de otra.
            No voy a repetir aquí argumentos como la marginación a que históricamente fue sometida Andalucía, que obligó a una emigración masiva a otras tierras, entre ellas a Cataluña, llamada entonces la “novena provincia andaluza”. Prefiero referirme a la actualidad más allá de las declaraciones de políticos en busca de titulares de prensa y aplausos fáciles. Mientras eso ocurre leo que nace en Málaga el primer centro en España de nanomedicina, una apuesta de investigación del sistema sanitario público andaluz para el estudio, control y manipulación de materiales, estructuras y dispositivos a escala manométrica. Ello permitirá el desarrollo de sistemas que transporten fármacos capaces de alcanzar el órgano, tejido o grupo celular utilizando manoestructuras. Y no es el único centro de investigación avanzado. En Granada funciona el Genyo, de genómica e investigación oncológica, y en Sevilla, el Gabimer, pionero en biología molecular y medicina regenerativa. También en Sevilla, el pasado mes de marzo, se abrió en el Parque Científico Tecnológico Cartuja, el Proyecto Genoma Médico, vanguardia en la investigación de enfermedades denominadas raras, y que no interesan comercialmente a los laboratorios privados.
            Prefiero referirme, por último, al recientemente inaugurado complejo eléctrico termosolar de Sevilla, la única central de torre termosolar del mundo, que se verá ampliada con otras dos del mismo tipo en el municipio de San José del Valle.
A Andalucía le sobran razones para combatir los ataques de quienes tratan de utilizarla para sus fines políticos, para quienes mantienen el rancio discurso de la indolencia y del aprovechamiento a costa de otros pueblos.

lunes, 22 de agosto de 2011

FRANCISCO MARÍA TUBINO: LA BURGUESÍA DECIMONÓMICA COMPROMETIDA CON ANDALUCÍA


El pensamiento político de Francisco María Tubino Oliva fue abordado por los profesores Acosta Sánchez y Arias Castañón en la tercera edición del Congreso de Andalucismo Histórico. El primero hizo una interesante aportación en torno a los orígenes del andalucismo y la influencia krausista en dicho movimiento, donde destaca la figura de Tubino. La segunda intervención se fundamentó en el periódico La Andalucía, del que el escritor fue director y propietario.  Posteriormente, en el celebrado  en Ronda en 2001, tuve la oportunidad de abordar nuevamente la figura de este destacado sanroqueño, en relación con las ideas expresadas en el libro Patria y federalismo, que apareció en Madrid en 1873, año de la I República.
            Por las aportaciones citadas al principio, sobre todo por las de Acosta, conocemos a un Tubino representante de la burguesía más dinámica y comprometida con Andalucía, que desde el referido diario sevillano, defensor de la idea de la “Unión Andaluza” en el periodo 1858-1859, mantendría una lucha tenaz por un andalucismo federal. A partir de 1860 asumió la dirección del prestigioso periódico  y de manera decidida apostaría por esta idea que extendería hacia la región  de Extremadura.
            Esa pequeña burguesía progresista y las burguesías urbanas constituirían los grupos más dinámicos de la reivindicación regionalista, dentro de unas ideas regeneracionistas. Sin embargo, esa lucha por la modernización de Andalucía  chocaría con la estructura rural y el enorme poder de la oligarquía agraria.
            La biografía de Tubino es intensísima. Nació en San Roque en 1833 y falleció  a los 55 años en Sevilla en 1888. En la capital hispalense estudiaría  Filosofía y Letras, sintiendo muy pronto la vocación periodística. Como periodista vivió la guerra de África de 1859-1860, y trabajó en Cádiz, Sevilla y Madrid, donde fundó la Revista de Bellas Artes y la Revista de Arqueología. Su labor como arqueólogo ha sido ampliamente destacada en numerosos estudios. Asimismo, rescató una serie de códices árabes que cedió a la Universidad de Sevilla.
            Como escritor profundizó en el orden histórico: Un trono en México, La Corte de Sevilla, Historia de la monarquía castellana durante el reinado de Pedro I,  Estudios prehistóricos o Los aborígenes ibéricos  son algunos títulos de su extensa nómina.
            Como estudioso de la cultura y el arte escribió Murillo y su época, El arte y los artistas contemporáneos de la Península, Estudios sobre el Arte en España, La filosofía del arte en Andalucía, La reforma artística, La escultura contemporánea, Introducción al romanticismo en España, Pablo de Céspedes y su época y El Renacimiento literario contemporáneo en Cataluña, Baleares y Valencia, que fue  reeditado en 2003, por la editorial navarra Urgoiti, con estudio del profesor Pere Anguera..
            En el campo de la política y la sociología: Estudios contemporáneos, Las ciencias del hombre según las más recientes e importantes publicaciones, Gibraltar ante la historia, la diplomacia y la política y Patria y federalismo. En el terreno de la filosofía escribió La crisis del pensamiento nacional y el positivismo. Fue un destacado cervantista dando a la imprenta los libros El Quijote y la estafeta de Urganda y Cervantes y el Quijote.
            Como reconocimiento a su trabajo fue nombrado académico de la Real  de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, así como socio de sociedades de diferentes países europeos. El Gobierno de Alfonso XII le nombró comisario en exposiciones internacionales y sus gestiones llevaron a la recuperación, en 1882, de los restos del Cid y doña Jimena, que habían sido profanados y sacados de España por las tropas napoleónicas. Este servicio del sanroqueño le ocasionó numerosas envidias entre  intelectuales y políticos de la época.
En el advenimiento de la I República, encontraría Tubino la oportunidad de un Gobierno que alcanzara la modernización del Estado, a través de las ideas federalistas.  Asimismo, la legitimidad de la sociedad como organismo político tendría, por tanto, su centro en  el respeto de los derechos del hombre que jamás podrían ser conculcados. “No nació el hombre para la sociedad; por el contrario, ésta existe y se conserva en su exclusivo beneficio”. 
El Ayuntamiento de San Roque, que ya le había dedicado una calle al producirse su fallecimiento, y  en cuyas oficinas generales había trabajado Tubino, le rindió un homenaje a su memoria en el centenario de su nacimiento, en 1933, y  a instancias de la Asociación de Empleados Municipales,
Desde esas fechas, una lápida colocada en las oficinas de la que fuera Casa Consistorial hasta 2009,  recuerda dicha efemérides. Asimismo, en 1988, coincidiendo con  el centenario de su muerte, el Consistorio organizó una exposición sobre su obra y reeditó “Estudios contemporáneos”. Del mismo modo descubrió una lápida en la casa donde había nacido, en la calle que lleva su nombre.







DOS FORMAS DE SENTIR ANDALUCÍA: JOSÉ MARIA PEMÁN CONTRA BLAS INFANTE







“Sobre nuestro cielo bético, azul, luminoso, transparente, ilimitado, fue un verdadero pleonasmo la aparición de aquella avioneta, ingenuamente revolucionaria, que como quien anuncia una buena nueva, gritaba, con letras de pintura, desde sus alas de tela: ¡Andalucía libre!” Así iniciaba el escritor José María Pemán un extenso artículo publicado el 19 de septiembre de 1931 en la revista de Bogotá Mañana. Era una respuesta a la irrupción de los andalucistas de Blas Infante en la campaña a las Cortes Constituyentes republicanas de aquel mismo año, que emplearon una avioneta en su campaña electoral con el fin de llegar a todos los puntos del territorio andaluz.
            El artículo, desconocido para los estudiosos de ambos personajes, refleja la otra forma de entender Andalucía, lejos de la idea regeneracionista y liberadora de Infante, de compromiso con una tierra sumida en la miseria y sometida a los dictados de los terratenientes. “Venir –y nada menos que por los aires- a enseñar la libertad en Andalucía. Pero es como decía el viejo Antón Melero vender miel al colmenero. Andalucía es libre desde los tiempos del Rey de Plata, de las leyes en verso y de las ágiles bailarinas de Cádiz: Has llegado tarde con tu anuncio arcángel mecánico”, sostenía el poeta gaditano.
            En la línea de quienes querían hacer ver a una tierra sin necesidades en lo político, más allá de los círculos más conservadores, e incluso coincidiendo con quienes desde el Ministerio del Interior, quisieron involucrar a Blas Infante en un extraño complot para crear un Estado andaluz independiente, Pemán escribía: “nosotros los andaluces hemos llegado, por nuestra vieja práctica mucho más lejos en el camino de la libertad. No nos conmueve ya eso de Andalucía, cantón independiente.(...) Todo eso ha sido superado por todos nosotros; ni es ya para nosotros un atractivo. Aquí cada andaluz, es por sí, un cantón independiente ¡Cómo va a emocionarnos a nosotros, que en el balcón del bello y barroco Ayuntamiento de Sevilla, se enarbole un día una bandera autónoma, de género catalán mal imitado, si cada uno de nosotros hace tiempo que hemos enarbolado ya en nuestro espíritu, una bandera de brava independencia. Cada campesino que marcha en su rocín, lenta y filosóficamente y campo atraviesa, violando líneas y sembrados, es un estado independiente, con su estatuto, con su Generalitat”.
            Con su innegable dominio de la pluma el autor de El divino impaciente  estaba muy lejos de la libertad entendida por Infante, “Andalucía , es un imperio  en cada alma, no nos vengan a nosotros anunciándonos, como un nuevo evangelio, la flamante autonomía ejemplar de Els Segadors. Aquí, hace tiempo, que se basta un hombre solo para cantar una copla o para matar a un toro. Y sin peligro, porque no hay cosa que tenga sentido más universal y más humano, que la libertad del espíritu, el alma que está segura de su libertad, es abandonada y dócil”.
            Contrario a las aspiraciones autonómicas, la única libertad que entendía era la espiritual, de la que los andaluces debían estar repletos, “esta es la honda e íntima autonomía andaluza: autonomía del espíritu. Andalucía libre, sí, pero sin problemas federales. Andalucía hermana y acogedora, a fuerza de sentirse inviolable (...) Por eso el Betis, el Darro y el Genil, entre sus márgenes floridas de ilustres sonetos, se sonreían compasivamente cuando apareció el arcángel de lona, entre sus nubes fragantes de aceite de ricino”.
Era la reducción del pensamiento a la Andalucía como genio de España, (“ancha es Castilla por Andalucía”), conformista y olvidada por el centralismo. Y contra el regeneracionismo y la lucha por la identidad, impulsado al final de la primera década y siguiente del siglo XX por un grupo de la pequeña burguesía andaluza, esa otra burguesía aristocrática y de intelectuales conservadores.
Como Pemán, posteriormente cantor de la dictadura franquista, también el que luego fuera primer presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora, se mostró contrario a ese primer intento regionalista. En 1914, en el discurso pronunciado en los Juegos Florales del Ateneo de Sevilla, afirmaría: “Esta es la región de mis ensueños, pero no quiero ver en las piedras de la sierra las divisiones de fronteras, sino flores alegres que nos hagan pensar en el ensueño de nuestro cariño (...) Andalucía es la más grande expresión de la unidad nacional, porque es el remate de la cúpula del esfuerzo de todas las regiones”.
Defendían un regionalismo no político, poético de pandereta, de la gracia y de los toros. Andalucía no necesitaba nada porque lo tenía todo, y porque era en sí, la esencia de España. La imagen que luego prevalecería durante el régimen de Franco, cuyo levantamiento cercenó la vía autonómica del pueblo andaluz y asesinó a Blas Infante, su máximo representante. Una imagen apartada de la realidad de una tierra subdesarrollada, donde la emigración era la única salida.

EL PARTIDO POPULAR Y EL PROBLEMA DE ANDALUCÍA



Todas las encuestas dan al Partido Popular como ganador en Andalucía después de casi treinta años de gobierno socialista. Sin embargo, desde fuera de la comunidad, dirigentes de dicho partido se empeñan en aguarle la fiesta al candidato de los populares Javier Arenas. El expresidente Aznar desde la tribuna que preside, la FAES, y la presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, han cuestionado el proceso autonómico andaluz, calificando de error la histórica conquista andaluza del 28 de febrero de 1980, como origen de los “males” del Estado de las autonomías. Ambos critican la consecución por Andalucía de la condición de nacionalidad histórica. En su desconocimiento o irresponsabilidad Aguirre califica el logro conseguido por 2,5 millones de andaluces en el referéndum trampa del entonces gobierno de UCD, de “maniobra enmarcada en la operación de acoso y derribo al presidente Suárez”.
            Despreciar la lucha del pueblo andaluz para conseguir su autonomía al mismo nivel que las calificadas como “históricas” en la Constitución Española, es intentar retroceder en la historia, preferir la Andalucía sometida al centralismo y secuestrada en su identidad.
            No es nada nuevo. En 2007 el eurodiputado del mismo partido Vidal-Quadras calificó a Blas Infante de “cretino integral”, y refiriéndose a la reforma del Estatuto, declaró: “yo no he acabado de entender cómo el preámbulo toma como referencia el manifiesto de Córdoba, que es Blas Infante y toda esta pandilla”. Su compañera, Ana Mato, también eurodiputada, manifestó en 2008, al referirse a las competencias en educación de las comunidades autónomas, que “los niños andaluces son prácticamente analfabetos”. Por su parte, la secretaria general de los conservadores María Dolores de Cospedal, ese mismo año, puso la guinda: “con un gobierno del PP en Andalucía, los andaluces ya no van a tener que irse fuera a buscar trabajo”. Probablemente, la actual presidenta de Castilla-La Mancha piensa que nos encontramos en los tiempos de la emigración de los años sesenta del siglo pasado, y no se ha enterado de que hoy ocurre todo lo contrario, son muchos los extranjeros que se establecieron en Andalucía, durante las décadas de los noventa y en los años anteriores a la crisis que hoy padecemos.
            Y lo último. Siguiendo la estela del PSOE, pretendiendo hurtar el debate de las cuestiones andaluzas y utilizar las elecciones autonómicas con miras netamente partidistas, la portavoz de los conservadores en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, ha solicitado que las elecciones generales adelantadas para el 20-N coincidan con las andaluzas. Ello en contraposición a lo defendido por Javier Arenas, candidato de su partido a la presidencia de la Junta.
            No me imagino que tal proposición se hiciera con las elecciones catalanas, vascas o gallegas.
            Tratar a Andalucía, por parte del PP de arriba de Despeñaperros, de manera peyorativa o con un alto grado de incomprensible desconocimiento, pone en mal lugar a sus compañeros del sur y, sobre todo, supone una afrenta a todos los andaluces independientemente de la ideología que profesen.

sábado, 6 de agosto de 2011

LA AVENTURA DE LA FERIA


La aventura de la feria comenzaba en el real, un mundo ruidoso y de luces que esperábamos cada año, y que surgía en una Alameda distinta. Allí se confundían los cacharros con el antiguo templete de la música, con el banco largo, el bar kiosco o la sombra triste del Salón Alameda. Invadida por un temporal festivo, la Alameda se vestía de faralaes por unos días, rompiendo con el escenario de plácido paseo del resto de sus jornadas. Había pocas casetas, pero suficientes para tan reducido espacio: la Caseta Municipal era la oficial y de entrada restringida, que ocupaba la zona de los desaparecidos jardines; la Sanroqueña o Popular, abierta a todo público, cuya instalación permanente de mampostería venía muy bien a lo largo del año para ganar el viejo ciprés, desde donde se podían ver las proyecciones del cine de Ocaña, el Salón Verano. También estaba la de Cepsa, que comenzaba su continuada presencia en la feria sanroqueña, y las dos del regimiento Pavía 19, que ocupaban los patios respectivos de las residencias de oficiales y suboficiales, con vigilancia militar en sus accesos. La feria era el reflejo de una sociedad que ya estaba abocada a desaparecer, pero que todavía mantenía sus diferencias sociales.
            San Roque quería ser parte de la Costa del Sol en aquellos inicios de los años setenta del pasado siglo. La elección de Miss Turismo no podía ser otra muestra de la España de la época. Una comisión de munícipes con el alcalde a la cabeza, caballistas y chicas vestidas en trajes de lunares, marchaba hasta la entrada a la población por Cuatro Vientos y allí, en plena carretera nacional, se paraba a un vehículo de matrícula extranjera donde viajara alguna joven, a la que se imponía la banda de Miss Turismo y se le entregaba un ramo de flores. A continuación el cortejo se dirigía a la Alameda, y en la Caseta Oficial se ofrecía a la sorprendida miss los bailes tradicionales de la tierra.
            Uno de aquellos años la Comisión de Fiestas contrató para actuar en la Caseta Oficial a una serie de artistas que triunfaba en el panorama español: Mari Trini, Tony Landa, Jairo, Nino Bravo y Dani Donna con su insuperable “Vals de las mariposas”. Para mí el objetivo de aquella feria era poder acceder a la “caseta prohibida” y ver a unos artistas que sólo presenciábamos en el blanco y negro de Televisión Española, la única existente. 
            No era tarea fácil, saltar la pared de madera, justamente detrás del escenario y confundirse entre el público. Cumplí el objetivo durante las cinco noches, aunque estuve a punto de perder un zapato en uno de los saltos. Disfruté con las actuaciones de todos los cantantes programados. Fue una experiencia nueva, a la que sólo tenían acceso una parte de los vecinos. Al verano siguiente conocimos que Nino Bravo, una figura triunfadora en el mundo de la canción, perdía la vida en un accidente de tráfico. Yo le había visto un año antes en la “caseta prohibida” , y desde entonces se me quedaron clavadas en el recuerdo sus extraordinarias canciones.
            Sin darme cuenta, como suele ocurrir, crecí y también la feria, dejando de ser sinónimo de Alameda. Las fiestas son ahora más de todos, aunque cada uno viva su propia feria, y ya la Alameda no sea la que conocimos, la que hoy sólo vive en el recuerdo.

jueves, 2 de junio de 2011

MORIR EN EL SUR



  

Es un hecho comprobado científicamente: tres provincias andaluzas se sitúan a la cabeza en índice de mortalidad dentro de España. La comarca del  Campo de Gibraltar y buena parte de la provincia de Cádiz constituyen en la actualidad dos de las zonas con menos expectativas de vida. Así lo prueba el Atlas de Mortalidad en Áreas Pequeñas de España, elaborado por un equipo de investigadores del departamento de Ciencias Experimentales de la Salud de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y publicado en 2001. El Atlas, que divide España en más 2.200 áreas, refleja que en la mitad sur se vive menos que en la mitad norte, y que son las tres provincias occidentales de Andalucía: Huelva, Sevilla, y sobre todo, Cádiz, las que concentran el mayor riesgo de mortalidad. El riesgo de morir en estos municipios del Sur es un 20 por ciento mayor que en el resto del Estado.
            Joan Benach, profesor del citado centro universitario y miembro del equipo de investigadores del Atlas, declaró durante una conferencia en el Campo de Gibraltar que la Junta de Andalucía debía afrontar el problema, buscando los motivos reales. Motivos que pudieran ser medioambientales, socioeconómicos, laborales e históricos. En este sentido, consideró necesario la dedicación de los recursos necesarios, “para saber qué está ocurriendo”. Para ello, apostó por establecer un grupo científico de investigación multidisciplinar e independiente.
            A este respecto, señaló  que dicho trabajo ocuparía varios años y que sospechaba que el medio ambiente, “está jugando un papel importante”, aunque insistió en el problema “puede ser una mezcla de causas”. Para  el profesor, hacer frente a la situación no podía demorarse más tiempo. “Tenemos muy poca información”, aseveró.
Si la mortalidad en estas zonas del noreste de Andalucía fuese igual a la del resto de España, se evitaría cada año la muertes de 35.000 personas 
            Este patrón geográfico permanece inalterable desde que se hiciera el primer estudio, publicado en 1995. El último de ellos, que alcanza hasta 2001 mantiene esta dinámica, y en todo caso la aumenta.
En esa línea, la mortalidad en los últimos 25 años en la zona, donde se concentra un importante polo petroquímico y una gran acería, es superior al resto de la provincia y de Andalucía, según los estudios de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Hecho que quedó patente en las III Jornadas de Salud celebradas en 2002 en la ciudad campogibraltareña de La Línea, donde se dio a conocer que todos los años más de  500 personas mueren de cáncer en la comarca y que la esperanza de vida en la ciudad de La Línea es la más baja de toda la provincia de Cádiz
Ha sido el  Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el organismo  que  recomendó a la Junta de Andalucía la reducción de las emisiones de dióxido de azufre y de níquel en la comarca, tras el estudio realizado sobre contaminación atmosférica en la zona. Dichas emisiones estaban en el límite o superaban los propuestos por la Unión Europea. Estas conclusiones formaban parte de la investigación del Plan de Calidad Ambiental del Campo de Gibraltar, que titula la propia Junta de Andalucía.
El ministerio de Medio Ambiente, en su Informe de Verificación de Emisiones de 2007, publicado en mayo del siguiente año, revelaba la desviación sobre el techo máximo de emisiones  de dióxido de carbono de origen industrial, y que situaba en el 3,68 por ciento (330.329 toneladas más), por encima de los límites determinados por Kyoto para ese año. La comarca cuenta con catorce instalaciones industriales que se rigen por este acuerdo internacional. De ellas sólo cuatro (Cepsa, Acerinox, Torraspapel y Cerámica La Esperanza) fueron las únicas que cumplieron con esos objetivos.
Por su parte, el Observatorio para la Sostenibilidad de España (OSE) en su informe sobre la calidad del aire en las ciudades, según publicaba el diario de Algeciras Europa Sur en su número del 20 de agosto de 2009, recogía que los habitantes de las poblaciones campogibraltareñas de San Roque y Los Barrios tienen una probabilidad más alta de sufrir cáncer como consecuencia de la presencia industrial en sus respectivos términos municipales. El estudia aludía a que la presencia de la industria química, energética y de metales pueden elevar la mortandad entre sus poblaciones en un 15 por ciento respecto  a la media.
Para colmo de males a finales de mayo de 1998 se produjo un accidente radiactivo en la empresa de acero Acerinox, situada en el término de Los Barrios. La acería fundió chatarra radiactiva, probablemente procedente de algún país del antiguo Este europeo. El escape fue de cesio 137, un isótopo muy volátil y con una vida media de 30 años. Los efectos fueron detectados en Francia e Italia. Sin embargo, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) señaló que los vientos reinantes habían desplazado la nube radiactiva sin afectar a España. La asociación ecologista Verdemar denunció que un accidente similar se había producido en octubre del año anterior, aunque la empresa lo negó.
A todo ello se une la estancia de submarinos británicos de propulsión nuclear en la colonia de Gibraltar. La situación adquirió especial gravedad con el remolque del  sumergible “Tireless”, que permaneció averiado en el Peñón, hasta que fue reparado, y que provocó la movilización de la sociedad campogibraltareña, a excepción de los miembros del Partido Popular, entonces gobernante.
            Aparte de que la cuestión mediambiental tendrá un protagonismo importante en este grave problema, el triángulo de la muerte de las citadas provincias permanece inalterable desde 1915, especialmente las de Cádiz y Sevilla. Indudablemente, la mezcla de factores que anticipaba el profesor Benach, estaría presente.
            A este respecto, en mayo de este año, el Servicio Andaluz de Salud (SAS) difundió los resultados de varios estudios de salud pública entre sus profesionales. En ellos se concluía, contradiciendo los estudios antes citados,  que no se hallaba relación entre la cercanía a un foco de contaminación y el mayor riesgo de muerte por tumor. Del mismo modo, se aludió a un  estudio sin publicar, realizado por el epidemiólogo Antonio Escolar, dando cuenta que antes de la implantación industrial, ya existía una sobremortalidad, atribuible a la estructura socioeconómica de la zona y su relación con Gibraltar, en cuanto al consumo de tabaco.
            En cualquier caso, ambas combinaciones: contaminación industrial y el subdesarrollo e interdependencia a que fue sometida históricamente la comarca, ha llevado una realidad incuestionable: el Campo de Gibraltar forma parte del terrible triángulo de mayor mortalidad dentro de España.


LOS “UTÓPICOS” DEL 15-M




Nos lamentábamos de la pasividad de la sociedad española ante los graves problemas que aquejan a la mayor parte de la población. También de la falta de respuestas de los jóvenes, precisamente uno de los sectores más golpeados por la crisis. Y en eso, se produce la gran protesta del 15 de mayo en demanda de una democracia real. Muchas plazas se llenaron  solicitando un cambio de rumbo. Se les ha llamado los indignados,  por la influencia del libro de Stéphane Hessel ¡Indignaos! en los jóvenes europeos.
Ahora tras las elecciones que, con excepciones como en el País Vasco, ha supuesto una barrida de los conservadores, se tilda de utópicos y antisistemas a los participantes de esas protestas. Las elecciones pusieron a cada uno en su sitio y los indignados ya no cuentan ni preocupan. Son un problema de salubridad, en el sentido más estricto de la palabra, y se les desaloja a palos como ha ocurrido en Barcelona.
Aún reconociendo que la utopía también está presente en la protesta -de la que toman parte también personas de todas las edades-, no se hace para situarse fuera del sistema sino para que este cambie y sea representativo de todos. Se solicita que caigan las barreras de la Ley Electoral que impiden que las formaciones pequeñas tengan representación en las instituciones, y que sólo fomenta el bipartidismo; se apuesta por la transparencia en la financiación de los partidos que conduce, en muchos casos, a la corrupción política; se muestra el rechazo a que los imputados judicialmente formen parte de las listas electorales; se denuncia la alta tasa de paro juvenil que alcanza el 40 por ciento y la reforma laboral aprobada el pasado año que permite a las empresas el despido con indemnizaciones de 20 días por año trabajado; la elevación de la edad de jubilación a los 67 años y la ampliación a 25 años del periodo de cálculo para la base reguladora, o el replanteamiento del sistema financiero, donde el Gobierno ha tenido que recapitalizar bancos y cajas, que habían campado en el mundo del ladrillo, y donde cuentan con cerca de 150.000 millones de euros en activo potencialmente problemáticos, lo que supone el 15 por ciento del Producto Interior Bruto. Estos planteamientos no son utopía alguna. Es la pura realidad que afecta  a la ciudadanía de una manera implacable. Los bancos,  a los que no se les ha pedido responsabilidades –en Islandia sí se ha hecho- no dan créditos y los ciudadanos no pueden hacer frente a las hipotecas. 
            En este sentido, se actúa al dictado de los grandes poderes económicos y de potencias como Alemania, produciéndose una verdadera pérdida de soberanía.
            El empobrecimiento es general. Los funcionarios han visto disminuidos sus honorarios de una manera drástica y el desempleo puede alcanzar la barrera psicológica de los cinco millones de parados. En Andalucía, que desde la Junta se llamaba “imparable” en el sentido de su supuesto rápido crecimiento, se ha logrado otra triste marca: primera comunidad en tasa de paro, el 29,68 por ciento, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) referidos al pasado mes de abril. Y dentro de ello, cuatro provincias (Almería, Cádiz, Málaga y Huelva) superan ya el 30 por ciento.
            Hay muchas razones para la indignación. Y tras ella, como ha declarado Hessel, se tiene que dar el paso hacia el compromiso. Y así está ocurriendo con el traslado del movimiento a los barrios de las ciudades y a la universidad, con el funcionamiento de comisiones que trabajan para sensibilizar a la población y proponer soluciones.
            No sabemos si esta saludable respuesta ciudadana tendrá la necesaria continuidad, o se desvanecerá en los próximos meses. Lo cierto es que se necesita ese compromiso que, como ha quedado demostrado, en Andalucía es cada vez más necesario.

EL GUADALQUIVIR, UN RÍO ANDALUZ



Lo aprendimos desde niño: el Guadalquivir nace en la sierra de Cazorla y desemboca en el Atlántico por Sanlúcar de Barrameda. Un recorrido netamente andaluz a lo largo de sus más de 650 kilómetros.
El Guadalquivir es navegable desde el mar hasta Sevilla y en otros tiempos lo fue hasta Córdoba.  Los árabes lo llamaron al-Kabir (río Grande), los romanos río Betis. Su cuenca hidrográfica abarca a los ocho provincias andaluzas. Más del 90 por ciento de su caudal discurre por territorio andaluz. Más de cuatro millones de andaluces dependen del río y el 47, 5 % de sus aguas se destinan al principal recurso económico tras el turismo: el cultivo  del olivo. Entre Sevilla y el estuario se encuentran las Marismas del Guadalquivir. Sin embargo. El Tribunal Constitucional, atendiendo el recurso del entonces presidente de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra contra el artículo 51 del reformado Estatuto Andaluz, que reconocía las competencias exclusivas de Andalucía sobre el río, ha declarado inconstitucional el referido artículo.
            Al objeto de salvaguardar una posible inconstitucionalidad en base a la unidad de cuenca, el Parlamento andaluz estableció que la competencia de la comunidad sólo sería sobre las aguas que discurren por su territorio, nunca sobre las del resto de comunidades (7,1 % Castilla-La Mancha; 2,4 Extremadura y 0,2 Murcia). Asimismo, de los 56 embalses, cuatro no fueron transferidos, a pesar de que dos de ellos El Pintado y Jándula están en territorio andaluz. El primero tiene la presa en Sevilla pero una parte importante del embalse se halla en tierras extremeñas, y el segundo porque una parte de sus aguas sirven de riego a Ciudad Real.
            La anulación del artículo 51 por el Constitucional se hace sobre una gestión ya transferida desde hace dos años. Ello supuso que el Parlamento andaluz aprobase la Ley de Aguas, llevándose a cabo la integración del personal de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir en la Agencia Andaluza del Agua (849 trabajadores). La transferencia económica se fijó en 70 millones de euros, tras descontarse 52 millones de ingresos provenientes de la gestión del río. Por lo tanto, no se trata, como ocurrió con la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, de competencias pendientes de ponerse en marcha.
            En este sentido, los presidentes Zapatero y Griñán se han comprometido a buscar una salida que garantice la seguridad jurídica hasta que se aplique la normativa que permita la gestión andaluza de la cuenca del Guadalquivir. Hay suficientes razones para que la Junta continúe con la gestión de los recursos del río en una España descentralizada. Sin menoscabo del principio de solidaridad con otras tierras y, sin olvidar, la significación histórica y cultural que el Guadalquivir tiene como parte consustancial de Andalucía.

ENERGÍA NUCLEAR Y ELECCIONES

 



Hablar de la energía nuclear resulta actualmente incómodo para muchos políticos. La triste actualidad del seísmo de Japón y los gravísimos efectos sobre la central de Fukushima, ha enmudecido a los políticos valedores de una energía que no es tan segura como vienen propagando con inusitado entusiasmo. No se quieren correr riesgos electorales, sobre todo teniendo en cuenta los resultados de la canciller alemana Ángela Merkel en los comicios del estado federado de Baden-Württemberg, donde su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), que gobernaba este territorio desde la II Guerra Mundial, ha perdido en beneficio de los Verdes, que podrán gobernar en coalición con los socialdemócratas. Temiendo lo que se avecinaba Merkel mandó paralizar las siete plantas más antiguas de Alemania, y se apresuró a declarar que la energía atómica, “no está preparada para hacer frente a la violencia natural”.
            Los Verdes también hicieron perder la mayoría absoluta a los socialdemócratas en Renamia-Palatinado. El rechazo a las nucleares ha sido en ambos casos –y no serán los únicos- la causa de la subida de los ecologistas en Alemania.
            En España, enfriados los discursos pronucleares del Partido Popular y de destacados socialistas, se habla con más fuerza de las energías renovables. Según el Balance Energético de 2010 esta fuente energética se convirtió en la principal de dicho ejercicio, aportando el 33,3 de la electricidad generada, siete puntos más que en el año anterior. Por detrás se situaron las restantes: ciclos combinados (gas natural) 22%, nuclear 20 %, carbón 8 %, y petróleo, 4 %
            Por su parte, el director general de la Agencia Andaluza de la Energía, Francisco Bas declaró recientemente en Algeciras, que aún recociendo la importancia de la nuclear, las renovables son la apuesta del futuro. Y añadió: “Andalucía a través de esta fuente tiene un gran potencial y recursos suficientes para que con el paso del tiempo pueda autoabastecerse”. Buena prueba de ello es la reciente apertura por Iberdrola Renovables,  del mayor parque eólico de Europa en la comarca onubense del Andévalo.
            En Andalucía, donde se cuenta con el  cementerio nuclear de El Cabril, que el año pasado recibió 1.653,78 metros cúbicos de residuos radiactivos, se ha abierto un debate, donde, por fortuna, la Junta parece apostar por las renovales. El propio consejero de Medio Ambiente, Díaz Trillo advirtió del riesgo nuclear, recordando el maremoto que afectó a buena parte de Andalucía a mediados del siglo XVIII.
            Por su parte Izquierda Unida ha presentado una iniciativa parlamentaria para declarar a Andalucía “zona libre de instalaciones nucleares”. Es saludable que, mientras  a nivel del Estado, los grandes partidos tratan de obviar la discusión, en Andalucía tenga lugar un vivo debate.
            Hay que tener presente que a pesar de la moratoria nuclear establecida por el entonces presidente Felipe González, son muchos los que opinan que con la liberación del sector eléctrico de 1997, se puso fin a dicha moratoria, pues la norma promulgada facilita que las empresas del sector puedan construir cualquier tipo de instalación para la producción energética.
            Ante ello, y los enormes riesgos de las centrales nucleares, puesto de manifiesto en Japón, cuyo alcance todavía desconocemos, es necesario que los partidos políticos se definan claramente sin actuar con un doble lenguaje. Que los ciudadanos sepamos qué vamos a votar en los diferentes comicios que se avecinan.
           

ANDALUCÍA ANTE LA GLOBALIZACIÓN





La globalización, entendida a la manera mercantilista, puede convertirse en un totalitarismo que sacrifique la diversidad, donde incluso instituciones como el Banco Central Europeo, el Banco Mundial o el capitalismo monopolista de las multinacionales, escapen al control democrático. Los políticos se convertirán en meros peones del sistema y los ciudadanos en consumidores. La actual crisis económica es buena muestra de ello. La movilidad de capitales y el auge de los mercados financieros mundiales es uno de los grandes elementos impuestos por la globalización. Pero cuando estos inseguros mercados se derrumban las causas son de enorme gravedad. La quiebra de entidades financieras y las caídas en los tipos de cambio llevan directamente a un aumento de la pobreza y un elevado desempleo.
            La sociedad de la información y la comunicación es también la de la manipulación, donde se construye una realidad paralela e interesada a los poderes del dinero y de los intereses geoestratégicos de los poderosos. Y en ese sentido, la pérdida de identidad y la desmovilización social van parejas a la dependencia de esos poderes.
            Ese superpoder, marginador de la política, está consiguiendo que ésta  se convierta en un instrumento inútil para resolver los grandes problemas. A ello se une que  muchos de estos problemas no se dirimen en el ámbito del Estado.
Andalucía es víctima de esa globalización dirigida por el poder financiero, amparado en las políticas neoliberales. Un ejemplo de ello es que en nuestra comunidad las refinadoras de aceite están en manos de las multinacionales. Ha ocurrido con empresas cerveceras tradicionales, sin que por ello la economía andaluza deje de ser extractiva sobre la productiva. Ese papel de subordinación hace que la economía se planifique en beneficio de otros. La pérdida de control de los recursos propios y dependencia económica aleja del desarrollo. Lo local no tiene importancia para un capitalismo que no tiene reparos en cerrar fábricas para situar la producción en países del Tercer Mundo, donde la mano de obra es mucho más barata y donde la explotación del trabajador es consentida por los propios gobiernos.
            El reto es situar al hombre por encima del Estado. La ética del Estado al servicio del hombre. Y en el caso de Andalucía, las nuevas realidades se habrán de adaptar a la realidad cultural andaluza. La propia idiosincrasia del pueblo andaluz es incompatible con los postulados de una globalización donde prima la competitividad y el individualismo. No me refiero a crear nuevas fronteras, sino a establecer espacios que protejan las identidades y culturas nacionales.
Habrá, por tanto, que profundizar en los aspectos de la identidad andaluza, y anteponer la sociedad civil sobre la dinámica globalizadora dirigida por los ricos. La globalización de la tecnología, de la medicina, de aquellos aspectos que sean un beneficio extensible a todas las naciones serán bienvenidos, pero cuando la lógica del mercado es la que impone su criterio sobre la “aldea global”, la situación será la del dominio reiterado y fortalecido del Norte sobre el Sur, de los de siempre, del poder del dinero sobre los derechos de los ciudadanos.
Decididamente el poder político debe actuar en beneficio del reparto de la riqueza, de la distribución justa de los servicios, del respeto a los derechos de los ciudadanos y el fortalecimiento de la identidad.

miércoles, 2 de marzo de 2011

LOS TÓPICOS SOBRE EL PUEBLO ANDALUZ

Los guionistas televisivos se afanan en introducir personajes subalternos andaluces, de acento exagerado y chiste fácil. Muy parecido al papel que se les asignaba a los norteamericanos de raza negra en las películas de Hollywood de la mayor parte del siglo XX, donde no pasaban de criados y mozos de ferrocarril. Y no es que estas profesiones sean dignas y respetables, es que se pretende mantener un tópico que no es nuevo, que corresponde  a los arquetipos regionales asignados de hace ya mucho tiempo. El andaluz indolente, festivo, flamenco, ocioso –flojo- , como decimos por aquí. En cambio, el catalán, trabajador, intelectual y, también es verdad, ahorrador y más bien tacaño, si bien esto último ligado a su actividad de grandes emprendedores y productores.

El estereotipo televisivo es la consecuencia de un juicio injusto que viene en buena medida del exterior, de viajeros románticos y de otros, como Daniel Defoe y Madame Aulnpy- que no llegaron jamás a pisar tierra andaluza, pero cuyos libros hicieron mucho daño a Andalucía durante más de un siglo. Hubo algunas excepciones como las de Richard Twiss o Mathilda Vetan-Edwards.

La generalización aplicada a todo lo andaluz dibujaban un pueblo primitivo, fatalista, lujurioso y vago en muchos casos. Afirmaciones gratuitas que quedaban muy bien para cierta literatura extranjera, y que permanece, en muchos casos, en el subconsciente de los españoles, para aflorar en la televisión o en el teatro como hoy ocurre, a veces interpretado por andaluces, o por remedos exagerados de andaluces.

En épocas que estuve fuera de Andalucía, me molestaba tanto el andaluz que desdeñaba de su tierra y pretendía adoptar un forma de hablar diferente, para no parecerlo, como el que quería ser excesivamente gracioso, excesivamente andaluz, para agradar o aparecer gracioso. El ser andaluz lleva consigo una gracia especial que no puede ocultarse, pero ello está muy lejos del estereotipo que ya se ha mencionado

Existe un habla andaluza, indudablemente. Y ello es una riqueza de la cultura propia. Un habla muy variada, que Manuel Alvar,  ex presidente de la Real Academia estudió pueblo a pueblo en la década de los cincuenta del siglo pasado. Alvar acabó asombrándose de la fonética, “la más progresista del mundo hispánico”, y la paradoja de convivir con unos de los léxicos, “más arcaizantes de España”. De manera especial destacaba la influencia del andaluz en el español de América (1). El pasado año, la
 Universidad de Granada recopiló una serie de sus artículos en el libro “Estudios sobre las hablas meridionales”




(1) “Recuerdos de medio siglo andaluz”.  El País Andalucía, 19-11-1996. Entrevista de Juan María Rodríguez.

LA DEUDA HISTÓRICA Y ANDALUCÍA COMO ESCENARIO DEL PARTIDISMO

Cuando en marzo de 2010 la Junta de Andalucía y el Gobierno central cerraron el acuerdo para el pago de la Deuda Histórica, algunas comunidades pusieron el grito en el cielo. Exigieron un tratamiento similar y la prensa más conservadora arremetió, una vez más, contra Andalucía, tildando el acuerdo de operación de compra de votos y reavivando el viejo discurso de la indolencia andaluza.
Independientemente de que pueda discutirse el hecho de que el pago acordado se realizaría en solares y otras activos, en vez de en dinero “contante y sonante”, lo cierto es que la única comunidad que había recogido la Deuda Histórica como reivindicación estatutaria había sido Andalucía. Lo hizo en el primer Estatuto, en 1981, y lo incluyó en el actual. Tras los primeros abonos de 1996 quedaban pendientes 784 millones de euros (la cuantía tras un tira y afloja entre ambos gobiernos se fijó en 1.204 millones, de los que la Junta había cobrado en metálico 420).
La reivindicación de la Deuda Histórica surge en plena Transición y tiene su base en el sometimiento de la región al subdesarrollo en beneficio de otros territorios. Esa injusticia heredada trasciende al franquismo, si bien durante dicho régimen, al país andaluz se le asignó un papel subalterno y de periferia de las regiones desarrolladas.
Anteriormente, al contrario que en otros territorios la burguesía agraria andaluza constituyó  un pilar del centralismo, actuando como verdadera oligarquía que impediría la modernización económica. Frente a esa sociedad explotadora, verdadero germen del subdesarrollo andaluz, instalado por largo tiempo, surgiría más tarde la respuesta anarcosindicalista. Y con menor presencia el movimiento de una clase media ilustrada por una Andalucía autónoma, una Andalucía libre, en palabras de Blas Infante.
Desde la ignorancia o la mala fe, las críticas esgrimidas contra la comunidad andaluza, tanto desde el conservadurismo como de los nacionalismos del norte, tratan de obviar la lucha del pueblo andaluz en una etapa relativamente cercana como el tardofranquismo y la Transición. De esa lucha por la autonomía, derivó también la del resarcimiento por el maltrato sufrido por los andaluces, condenados a la emigración como única salida. Ahí surge la Deuda Histórica.
En la España de las autonomías, el País Vasco ha conseguido niveles políticos y financieros privilegiados respecto del resto. Los gobiernos del PSOE y del PP, obligados a pactar cuando no contaban con mayoría absoluta, con los nacionalistas del PNV, o en su caso, con los catalanistas de CiU, aumentaron los beneficios de dichas comunidades. Todo ello sin olvidar el concierto vasco o el régimen especial de Navarra, que nadie pone en cuestión.
            Durante la estancia del Partido Popular en el poder central los enfrentamientos se multiplicaron con el Gobierno socialista andaluz –prefiero denominar así al ejecutivo de la Junta, pues la coalición con el Partido Andalucista en dos legislaturas, no supuso una presencia destacable por parte de los nacionalistas andaluces, que volvieron a perder nuevamente otra oportunidad histórica- el pago se fue atrasando, al igual que el reconocimiento del padrón real de andaluces al objeto de la financiación procedente del Estado. La Junta fue firme y el PSOE rentabilizó esa defensa de los derechos de la comunidad. No obstante, con el cambio producido en el Gobierno de Madrid, y el acceso de los socialistas a dicho poder, el discurso de los responsables andaluces del PSOE fue cambiando.
El entonces secretario de Organización de este partido, Luis Pizarro cuestionó la “filosofía” de la deuda histórica, con el argumento de que Andalucía había superado muchos de sus atrasos seculares. Hasta el delegado del Gobierno José Antonio Viera, a su vez secretario general del PSOE de Sevilla, afirmó que la deuda podría sustanciarse mediante una financiación adicional para corregir las transferencias mal dotadas.
            El propio presidente, Manuel Chaves renunció a la negociación bilateral de la deuda histórica, postergándola hasta la discusión del nuevo sistema de financiación autonómica,  a través de la Comisión Mixta Paritaria Estado-Comunidades Autónomas.
Los socialistas andaluces comenzaron a rebajar las exigencias anteriores . En noviembre de 2003 el Pleno del Parlamento andaluz acordó (votos  favor del PSOE, IU y PA; votos en contra del PP) cifrar la deuda financiera en 4.625 millones de euros. Siete meses después con Zapatero en la Moncloa en lugar de Aznar, la cifra varió hasta la mitad (2.550 millones de euros), para finalmente situarla en la cantidad citada de 1.204 millones.
Los dos grandes partidos han venido utilizando la cuestión según la orientación de Madrid. Interesaba más el juego político estatal que el cerrar una reivindicación plasmada hacía treinta años.
En cualquier caso, el capítulo de la Deuda Histórica quedó cerrado, pero Andalucía tiene mucho trecho por recorrer para poder salir de las posiciones de cola de las comunidades autónomas. Y para ello, los políticos andaluces de cualquier signo, habrán de pensar en ella antes que en los intereses partidistas. Estando también a la altura cuando se le ataca gratuitamente desde más allá de Despeñaperros.

28 DE FEBRERO, LA AUTONOMÍA CONQUISTADA POR EL PUEBLO ANDALUZ

De manera reiterada, cada vez que se habla de reforma constitucional, desde el nacionalismo catalán se advierte de que no puede volverse al “café para todos”. Alusión referida a cuando en los inicios de los ochenta, una vez aprobada la Constitución, se concedió la autonomía a todas las regiones españolas, y no sólo a las denominadas “históricas”, es decir las que ya tenían su estatuto plebiscitado en época de la II República (el levantamiento militar de julio de 1936 evitó que Andalucía lo obtuviese, a pesar de que el anteproyecto estaba redactado). A ello se une en los últimos tiempos el discurso de amplios sectores del conservadurismo de poner en tela de juicio el Estado autonómico, apostando, en todo caso y con escasa convicción, por el mantenimiento de esas nacionalidades históricas.
            La memoria es frágil e interesada. Cuando ahora se alcanzan los 31 años del histórico referéndum de 28 de febrero, hay que recordar que el pueblo andaluz rompió la asimetría que desde el Gobierno de la UCD, se quería imponer a las comunidades no reconocidas como históricas. Los andaluces no estaban dispuestos a seguir protagonizando el papel subalterno al que había sido relegada su tierra.
            Para Andalucía no estaba previsto el café fácil. Para alcanzar el mismo grado autonómico que Euskadi, Cataluña y Galicia: la autonomía plena –la del artículo 151 de la Constitución- debía ser  solicitada por las tres cuartas partes de los ayuntamientos y todas las diputaciones provinciales. Superado con creces esta primera barrera. Esa aspiración institucional debía ser ratificada mediante un referéndum sin precedentes en la historia de España, y en el que habría de obtenerse el voto afirmativo del más del 50 por ciento del censo electoral de cada una de las ocho provincias. A ello se unía que el propio Gobierno de Madrid, controlando la televisión estatal, la única existente, y la mayoría de los medios de la región, solicitó con una fuerte campaña que los andaluces no fueran a votar o que lo hicieran en blanco. Para la campaña institucional la Junta recibió la mitad del dinero que se le había concedido a vascos y catalanes para el refrendo de sus respectivos estatutos. La indignación andaluza fue tremenda y la UCD tuvo dificultades para encontrar en Andalucía interventores y apoderados suficientes, teniendo que recurrir a militantes de distintos puntos de España.
            El pueblo andaluz respondió al reto, pero Almería, donde también se ganó el referéndum, faltaron 20.000 votos para alcanzar la barrera del 50 por ciento del censo. Sin embargo, la victoria política que supuso aquella respuesta obligó a una salida asumida por todo el Congreso de los Diputados.
A Andalucía se le reconocía (mediante dos proposiciones que modificaba la Ley de Referéndum), la autonomía por el artículo 151 en las siete provincias que habían superado las exigencias del 28 de febrero y, posteriormente, Almería se incorporaría a este acuerdo. El 11 de noviembre el Congreso aprobó estas medidas que desbloqueaban la autonomía andaluza, añadiéndosele una enmienda del ex ministro Manuel Clavero, en la que se pedía la retroactividad de la aplicación al 28 de febrero, una fecha que, posteriormente,  sustituiría al 4 de diciembre como día de Andalucía.
El antecedente más inmediato de esa determinación andaluza se hallaba en las grandes manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. En esa ocasión más de dos millones  de andaluces salieron a la calle demandando la autonomía. Aquella lucha pacífica se vio empañada con la muerte del joven militante de Comisiones Obreras, José Manuel García  Caparrós, durante la manifestación que tuvo lugar en Málaga.
Pero todavía quedaba superar un nuevo referéndum, el del Estatuto, y que el pueblo andaluz respaldó en octubre de 1981 con el 89,38 por ciento, aunque la participación se redujo en nueve puntos respecto del emblemático 28 de febrero.
Fueron tiempos en los que la “cuestión andaluza” estuvo presente en el debate político. Y la victoria de una tierra relegada por el centralismo, supuso que el planteamiento autonómico previsto, saltara en pedazos: no habría autonomías de primera y de segunda. El pueblo andaluz lo logró, contra viento y marea, el 28 de febrero de 1980.