domingo, 16 de agosto de 2015

LA SALUD EN LA COMARCA Y GIBRALTAR






Hace ya dos años que un grupo de campogibraltareños nos prestamos voluntariamente a la realización de unos análisis para detectar la presencia de metales pesados en el organismo. La Consejería de Salud no sólo no ha hecho público los resultados, sino que los ciudadanos implicados no hemos recibido la más mínima información, a pesar de la promesa de que serían enviados de manera individualizada. La asociación ecologista Verdemar ha denunciado por tal motivo a la Consejería de Salud.
La falta de información nunca es buena y sólo causa alarma, que, puede ser injustificada, pero que toma alas y hace que la gente se cuestione qué hay detrás de ese retraso de la Administración.
Costó muchos años que la Junta de Andalucía asumiera la realización de estudios epidemiológicos en la zona, teniendo en cuenta los datos científicos que avalan la persistencia en la misma de determinadas enfermedades en grado considerable.
No se trata de alarmismo gratuito, pero tampoco hay que tener prejuicios a la hora de afrontar la cuestión. Ya nadie niega, con los datos que hoy se conocen, que el Campo de Gibraltar cuenta con los índices más altos de España en padecimiento de enfermedades como  el cáncer. 
El Observatorio de la Sostenibilidad de España, en un informe publicado en 2009, señalaba a los municipios de Los Barrios y San Roque como lugares donde sus habitantes tienen una probabilidad más alta de sufrir esta enfermedad, como consecuencia de la presencia industrial en sus respectivos términos. Esta tendencia está presente en el resto de municipios de la bahía. 
Ello no viene más que a confirmar los distintos estudios realizados hasta el momento, entre ellos el Atlas de Mortalidad de la Universidad Pompeu Fabra, que revelaba que la media de esperanza de vida en el Campo de Gibraltar era de 20 años menos que en otras comarcas andaluzas.
En abril de 2010, la comisión de Peticiones del Parlamento Europeo,  recomendó a la Junta de Andalucía la realización de estudios que aclarasen las causas del elevado índice de casos de cáncer entre los habitantes del Campo de Gibraltar y el Peñón. Aunque no existía obligación jurídica para ello, el Parlamento Europeo señaló que sí sería importante llevarlos a cabo ante la gravedad del caso.
Del mismo modo, la Comisión Europea criticó recientemente la falta de control y dejadez de las autoridades de Gibraltar sobre el medio ambiente en las aguas que rodean la ciudad. El gobierno del Peñón dijo que se trataba de “un detalle técnico” y que “España está mucho peor”. Ni siquiera, después de la tan reivindicada colaboración mutua, se es capaz de ponerse de acuerdo y anteponer la salud de los ciudadanos, ya sean de Gibraltar o de la comarca, a las cuestiones políticas.
No se puede perder más tiempo. Necesitados de un estudio integral de la salud ciudadana por encima de intereses económico o políticos, nada debe impedir  conocer la verdad y afrontar el problema. Se lo debemos, al menos, a las nuevas generaciones. 


lunes, 10 de agosto de 2015

LA SEGUNDA MUERTE DE BLAS INFANTE


Antonio Pérez Girón con Mª Ángeles Infante.


Se cumplen hoy 79 años del asesinato de Blas Infante, el hombre que hizo de su vida un compromiso con la tierra andaluza. El pensamiento de Infante continúa vigente. Su universalismo toma actualidad cada día y es la guía más coherente para la defensa de Andalucía. Su legado fue recuperado en los últimos años del franquismo por el entonces Partido Socialista de Andalucía y abrazado por el resto de formaciones progresistas. La mayoría lo olvidaron. Bastó con citar al Padre de la Patria Andaluza en el Estatuto, colocar la bandera verdiblanca en los despachos y fachadas oficiales, y hacer sonar el himno cada 28 de febrero.

            El discurso de la demagogia alcanzó su figura y se hace presente en tiempo de elecciones. Blas Infante es de todos los andaluces, se dice. Pero no se recurre a sus enseñanzas –cien años se cumple de su libro Ideal Andaluz–, a su compromiso con Andalucía. Blas Infante es de todos los andaluces, pero es más de quienes tienen necesidad de respirar un aire nuevo, de quienes necesitan recuperar la esperanza y la creencia en una cultura y una tierra más justa. Blas Infante, sí, pertenece a la mayoría, una mayoría que aún no lo ha hecho suyo. Que si lo hiciera, rescatándolo de su segundo olvido, haría, seguro, una Andalucía diferente. Por la que él tanto luchó y dio su vida en aquel trágico agosto de 1936. Relegándole, matamos todos un poco su memoria, y nos apartamos del compromiso con nuestra tierra.

miércoles, 5 de agosto de 2015

CANELA DE SAN ROQUE, LA TIERRA TIRA





Su última visita a San Roque fue hace unas semanas para saludar al dibujante Andrés Vázquez de Sola, que  se había trasladado  a la ciudad para dar a conocer a un grupo de amigos de Granada, la exposición que  había  inaugurado a primeros del mes de mayo. Fue allí, disfrutando ante la caricatura dedicada a su persona, donde me anunció que su intención era volver a residir en su pueblo, que para él era un deseo convertido, en los últimos tiempos, en auténtica necesidad. “Pero estás al lado, en Algeciras”, le dije. “La tierra tira, Antonio”, fue su respuesta. No ha sido posible, la enfermedad que le aquejaba, hizo caer el telón sobre la vida de quien ha sido uno de los grandes cantaores de los último treinta años. Alejandro Segovia Canela de San Roque nos dejaba con poco tiempo de diferencia de su amigo, el flamencólogo Agustín Delgado. Dos mazazos para el mundo flamenco, tan cercanamente sentidos.
Canela de San Roque fue siempre uno de los grandes puristas del flamenco. Para él los palos más duros no tenían secreto y Antonio Mairena fue su referente. Forjado en un mundo de gitanos cantaores, de esa cultura calé tan sanroqueña, que dio figuras como Antonia de San Roque, Perico Montoya o Jarrito, comenzó acompañado a la guitarra de otro grande, Frasco. En esa primera andadura también contó con el joven guitarrista Luis de San Roque. Luego su ascensión fue prodigiosa, obtuvo todos los primeros premios de los grandes certámenes a lo largo de toda España, donde prodigó actuaciones antológicas, algunas grabadas en directo.
El  desaparecido poeta y flamencólogo Félix Grande me dijo en  una ocasión que Canela era uno de los grandes cantaores de todos los tiempos, que en el panorama del momento flamenco, nadie como el de San Roque dominaba la soleá la seguiriya o la malagueña. Él lo había disfrutado especialmente en las noches en casa del pintor Juan Gómez Macías o en recogidas tabernas, esos lugares donde el flamenco, fuera de escenarios convencionales, despliega todo su imperio.
Y como Félix Grande coincidíamos muchos en que ese poderío, tal vez no estaba suficientemente apreciado. Lo había ganado todo, pero su ortodoxia no lo hacían comercial. Su humildad -mientras otros artistas me anunciaban sus éxitos fuera, para que publicase sobre ellos, él no informaba de sus giras ni  de sus triunfos- no lo hacían mediático más allá de quienes en directo tenían la oportunidad de ver y escuchar la jondura y el duende  traspasado y mantenido por generaciones de gitanos andaluces. Esa gloriosa cultura que traspasa fronteras y nos enorgullece como pueblo.
        Una soleá del artista expresa esa raíz permanente :
                     Que yo he nacío en San Roque
                     y a mi me llaman Canela,
                     en el pecho tengo fragua
                     y en la garganta candela.

Sí, la tierra tira, Alejandro, Canela de San Roque.