miércoles, 9 de diciembre de 2015

PABLO IGLESIAS Y EL 4 DE DICIEMBRE

                                                          Plaza dedicada a García Caparrós, en San Roque (Cádiz)

Es claro que Pablo Iglesias no se supo explicar  en su intervención al hablar del 4 de diciembre de 1977 durante el debate de candidatos a la presidencia en la cadena televisiva Antena 3. Lo cierto es que, como andaluz conocedor de esta cuestión, - muchos la vivimos directamente-, pasé de la sorpresa agradable (se aludía a una fecha que marca la historia andaluza más cercana y que es referente de las aspiraciones políticas para una Andalucía protagonista del nuevo tiempo que se avizora) a la perplejidad o la decepción. Iglesias tuvo el gesto de referirse a Andalucía y a una fecha significativa, más allá de la discusión de los EREs, los pactos de gobierno en la Junta o el paro. Sin embargo, no contó con la información suficiente. Se confundió, a pesar de su buena voluntad. Quiso decir que el derecho a decidir no es sinónimo necesario de independencia, que el autogobierno tiene diferentes interpretaciones.
         Pero si el líder de Podemos se equivocó, también se confunden, o peor todavía,  son desconocedores o no quieren conocer el verdadero significado de aquel movimiento popular, algunos medios que le han criticado por ello. El diario El País, le corrige diciendo que ese día lo que hubo en Andalucía fue un referéndum para la autonomía. Ese referéndum tuvo lugar el 28 de febrero de 1980, y fue otro hito en la lucha del pueblo andaluz por alcanzar la autonomía que se le negaba desde el centralismo.  
         A pesar del error de Iglesias, es en el seno andaluz de Podemos –para mayor inri de éste-  donde más claramente se  ha apostado por la recuperación de una fecha olvidada como proyección de futuro. Ello se plasmó hace unos días con la presentación de una proposición no de ley de defensa del patrimonio constitucional andaluz, instando al gobierno autónomo a tomar la iniciativa en este sentido. Ello ha sido posible por la aportación del colectivo Más Andalucía, que trata de suplir la carencia de un movimiento propio andaluz organizado. Y que ha logrado, es justo reconocerlo, articular un discurso autóctono basado en las claves de la reivindicación de autogobierno, nacidas cuando ni tan siquiera había una Constitución.
         Con ello se pretende que Andalucía, su gobierno, esté no sólo vigilante ante los intentos de reorganización territorial, sino que sea protagonista como autonomía de primera ganada el 28 de febrero de 1980, fecha en que los andaluces llevaron a cabo su derecho a decidir, exigido en la calle por un millón y medio de andaluces el 4 de diciembre de 1977. Un día también marcado por la tragedia con el asesinato del joven malagueño García Caparrós.
         Andalucía exigió el derecho a no ser una autonomía más, sino a ser como la que más, como señaló en sede parlamentaria el diputado andalucista José Luis Serrano. Porque sin remontarse a otros parámetros históricos y culturales, el 4 de diciembre Andalucía nació, bajo el impulso popular, como unidad federable.
         Tras las elecciones del próximo día 20 se producirá un proceso de reforma, donde Andalucía corre el riesgo de quedar huérfana si no se defiende su patrimonio constitucional, ganado por unas generaciones de veteranos y jóvenes luchadores, de un pueblo rebajado en el concierto español, que ya no quiso ser menos que las denominadas nacionalidades históricas. Y que fue capaz de romper, en la calle y con su voto, el esquema asimétrico del centralismo.
        


jueves, 3 de diciembre de 2015

ANDALUCÍA, UNA CULTURA SECUESTRADA






                                                     Manifestación del 4-D en Algeciras (Cádiz)

Relata el carnavalero gaditano Antonio Martín en su libro La Andalucía de mis coplas,  que durante el concurso del primer Carnaval de la democracia, en 1976, y con ocasión de presentar la comparsa “España y olé”, llegó hasta el camerino Manuel de Diego, a la sazón presidente del jurado del Gran Teatro Falla. Éste le dijo que “aun siendo España y Olé  una gran comparsa, le faltaba gaditanismo”. Que él entendía que antes que a España había que cantar a Cádiz, que por encima del Norte estaba el Sur, y que muchos problemas esperaban de su denuncia. De Diego le habló del barrio de Santa María, del desprecio y el olvido de los gobernantes para con Cádiz.
En su narración al periodista José Antonio Ledesma, Martín reconoce que recibió “una soberana lección de gaditanismo”, que jamás olvidaría.
Este relato viene a ilustrar hasta qué  punto había llegado ese sentimiento de anteponer lo “español” a lo “andaluz”. De la utilización de lo andaluz como meramente folklorista, de la manipulación de una cultura propia en favor de los intereses del centralismo franquista. Una consecuencia más derivada de la división del trabajo a escala del Estado, que asignaba a Andalucía un papel secundario en beneficio del eje Madrid-  País Vasco-Cataluña.
Como escribe el sociólogo José María de los Santos, Andalucía considerada como la más España de las Españas, y simultáneamente subestimada, es decir, considerada como una prolongación de la cultura castellana. Mitificada y utilizada para combatir el pluralismo cultural existente dentro del Estado.
Esa manipulación, propia de un territorio sumido en el subdesarrollo, llevó a revertir los valores culturales de un pueblo, a que muchos artistas cayeran en esa telaraña de confundir Andalucía con España. De olvidar la denuncia de una situación de dependencia a través de las expresiones culturales andaluzas, potentes y universalistas.
En palabras de De los Santos, “un colonialismo prolongado, alimentador de una política de discriminación cultural, puede acabar con la voluntad de ser de un pueblo, con la toma de conciencia popular, con el fundamento, por tanto, de la verdadera nacionalidad”.

En vísperas de la fecha histórica del 4 de diciembre, cuando una ola de ilusión y lucha recorrió Andalucía, urge plantearse el papel actual de la comunidad andaluza en el concierto español. Si el país andaluz va a ser protagonista de los nuevos tiempos que se avizoran, siendo él mismo, o se va a erigir, bajo la dirección de sus responsables políticos, en el adalid de la España más intransigente. Ello, una vez más, en perjuicio,  pero esta vez en democracia, de su propia identidad.