lunes, 10 de octubre de 2016

EL LADO HUMANO DE LA CRISIS DEL PSOE



Pablo Iglesias, fundador del PSOE




Confieso que tengo una clara debilidad por el lado humano de las cosas. Me ocurre también, siempre desde la neutralidad en este asunto, con la
crisis histórica del PSOE –uno de los partidos  más antiguo de Europa–. No voy a referirme a quienes han esgrimido las navajas de la política defendiendo sus posiciones, en buena medida motivados por sus apetencias de puestos o defensores de poltronas. No me interesan esos “grandes” nombres del socialismo actual, escasos de altura de miras y de generosidad.
Está claro que el PSOE habrá de abrir un debate de ideas para saber adónde caminar, sin ambigüedades. Si se sitúa en el centro o en la izquierda que le disputa Podemos. Y que para revertir su actual situación tendrá que entender que se ha producido un cambio generacional, que en una buena parte desemboca en la novísima izquierda. Si no es capaz de solucionar el grave problema de identidad que padece se verá abocado a la irrelevancia política.
Pero quiero referirme a esos militantes a los que siempre les ha movido un ideal. Que han tenido en el partido a su segunda casa. Por supuesto no  me refiero a los advenedizos y oportunistas que se acercan a las casas del pueblo para valerse de ella, cuando el partido goza de poder. Estoy hablando de esos otros, los abnegados que existen en todos los partidos, los que no piden nada ni se creen merecedores de un canon especial por contar con un carnet de unas siglas en el bolsillo, los que entregan su trabajo a cambio de nada. O mejor dicho, a cambio de la satisfacción de haber contribuido a la lucha de unos ideales, de una forma de entender la política desde sus legítimas posiciones.
         Quiero acordarme de aquellos socialistas asesinados por ETA, a esos valientes que han pasado muchos años con escolta. Y a los que recuerdo y conocí en los últimos años del franquismo y la Transición política. Algunos habían pertenecido a las Juventudes Socialistas durante la República (Juventudes Socialistas Unificadas luego), otros a la UGT de aquellos tiempos difíciles. Y junto a ellos, a otros recién llegados, como los que provenían del Partido Socialista Popular, el pequeño partido del profesor Tierno Galván, integrados en el PSOE.

         Por eso permítanme que el protagonismo de este comentario sea también para Antonio de la Torre, orgulloso de haber pertenecido a las Juventudes Socialistas;  Francisco Muñoz que se había formado como sindicalista en la emigración en Suiza; Juan el Campesino, que no abjuró de sus ideales a pesar de la dureza de la cárcel política, Eugenio del Río, que aprendió a leer en una casa del pueblo, Sanjuán, María López… Y tantos otros que no conozco y que se sentirán en buena media huérfanos de dirección ideológica, no representados o simplemente desilusionados. A ellos, a la gente más humilde y más sana me refiero. 

 

sábado, 30 de julio de 2016

EL VERANO NEGRO DEL FLAMENCO

Portada de "Persecución"


Me hallaba escribiendo unas líneas dedicadas a la memoria del recientemente fallecido Juan Peña el Lebrijano, que ha seguido a las también cercanas marchas de Juan Habichuela y Juana la del Revuelo, cuando la larga estela negra de la parca nos alcanza nuevamente con la noticia de que José Menese, de manera inesperada, recorre el fatal camino. Ambos cantaores dejan escritas letras de oro en la historia del flamenco.
         El Lebrijano llevaba el cante en las venas. Su madre era una de los Perrate de Utrera y pronto bebió en los cantes de Niña de los Peines y Antonio Mairena. Desde la ortodoxia amplió horizontes al flamenco, siendo un cantaor innovador enlazando con la música andalusí, a través de trabajos como “Encuentros” (1985), grabado con la Orquesta Andalusí de Tánger y la guitarra de Paco Cepero. Criticado por ese “atrevimiento” por más de un purista, persistió en esa línea con “Casablanca”(1998) y “Entre dos orillas” (2014).
         Con su muerte se va un cantaor de leyenda, culto y comprometido desde sus inicios. Su disco “Persecución” (1972), debido a la pluma del poeta Félix Grande, vino a demostrar que el flamenco no es una simple tarde de juerga, que su mensaje es profundo, como lo es el pueblo andaluz, y que extiende su sentimiento en las letras más brillantes. En esa línea, con versos de Caballero Bonald alumbró “Tierra” (1992). Y con Gabriel García Márquez “Cuando Lebrijano canta se moja el agua” (2008). Demostró el artista la enorme posibilidad del flamenco de reencontrarse con las raíces andalusíes. Buena prueba de ello fue su especial interpretación del Himno de Andalucía.
         Por su parte, José Menese  fue –junto a Manuel Gerena– el cantaor más representativo del antifraquismo. Zapatero de profesión será recordado como uno de los grandes del flamenco no perteneciente a la etnia gitana. Seguidor de Antonio Mairena fue éste quien lo presentó en el inicio de los 60 del pasado siglo en el Cine Carretería, de la localidad sevillana de Osuna. Trabajó en el famoso tablao madrileño Zambra y mantuvo su compromiso con el cante puro hasta el último momento.
         La trayectoria triunfal del de La Puebla de Cazalla no puede entenderse sin su encuentro con su paisano Francisco Moreno Galván, pintor y poeta, quien escribió para él las letras de contenido crítico que lo harían famoso, y que gracias a la habilidad del escritor consiguieron burlar la censura política. Fue a través del escritor, miembro entonces del Partido Comunista, como Menese adquiriría un compromiso claro en la lucha por la democracia y contra el olvido del pueblo andaluz. Y sin abandonar su influencia mairenista, introdujo letras nuevas, que vieneron a romper con las clásicas habitualmente cantadas.
         Entre los numerosos reconocimientos conseguidos, no puede olvidarse que fue el primer flamenco que actuó en el emblemático Teatro Olympia de París (1973 y 1974).

         Juan Habichuela, Juana la del Revuelo, El Lebrijano y José Menese como punto final. Que en este verano de ausencias, la muerte se vaya también de vacaciones.

domingo, 28 de febrero de 2016

LA REIVINDICACIÓN NECESARIA DEL 28 DE FEBRERO






Rescatar el espíritu del 28 de febrero como fruto de la otra gran fecha histórica del 4 de diciembre, supone hoy un reto para todos los andaluces y andaluzas que entienden que Andalucía no puede perder las conquistas de aquellas movilizaciones populares. Este reto toma mayor sentido ante los cambios constitucionales que se avecinan y donde Andalucía puede perder su condición de comunidad de primera ganada en la calle y en las urnas en aquellas históricas fechas.
         Más allá de cualquier nacionalismo etnicista, Andalucía levantó la bandera de la lucha por la dignidad y la autonomía, conectando con los ideales relegados de Blas Infante. Como destacó el recientemente fallecido parlamentario José Luis Serrano, no se trataba de ser una comunidad más, sino como la que más. A partir de entonces el país andaluz se convirtió en razón de Estado y esa trayectoria reivindicativa de su ser le convirtió en sujeto político federable.
Ese despertar del pueblo andaluz, todo el potencial de la juventud comprometida de entonces se fue esfumando. El territorio andaluz se convirtió en el escenario de la lucha electoral en función de los intereses de las grandes formaciones, comenzando por hacer coincidir las elecciones generales y autonómicas, hurtando el debate netamente andaluz. Para volver a confundir lo andaluz con lo español. Andalucía como la más Españas de la Españas, desterrando la cultura propia, utilizada como arma  recurrente contra los nacionalismos del norte, de donde también llegaban los ataques de los gerifaltes con los estereotipos de siempre.
Fracasado el único partido autónomo y renunciando a jugar ese papel Izquierda Unida, Andalucía no cuenta con un Compromis o una Anova que le de protagonismo. Del mismo modo, el partido emergente Podemos, que tiene la oportunidad de intentar jugar ese papel, tendrá que definirse si va a ser una sucursal del centralismo madrileño del partido, o va a recoger el legado del parlamentario José Luis Serrano, “Andalucía como la que más”.
Porque no sirve el voluntarismo sino la acción política organizada que valga de motor de movilización, y sea protagonista ante los cambios del sistema político actual.

De entrada el Parlamento andaluz,  que aprobó una proposición no de ley de defensa del patrimonio constitucional andaluz  -inciativa del colectivo Más Andalucía a través de Podemos-, obliga al Gobierno autónomo a  cumplir ese mandato. Un mandato que habrá de hacerse efectivo en el marco de la negociación territorial próxima.

miércoles, 17 de febrero de 2016

EL IDEAL ANDALUZ DE JOSÉ LUIS SERRANO

El verano pasado, Antequera, una ciudad emblemática en la lucha por la autonomía, fue el lugar de encuentro de siete andaluces comprometidos con su tierra. Luego visitaron las ruinas del castillo de Archidona, donde Abderramán I fue proclamado emir. Como si de una conjura se tratase, entendiendo que un tiempo nuevo comenzaba a soplar sobre los pueblos de España, estos siete hombres se reafirmaron en la necesidad de luchar por la dignidad de un pueblo que debe despertar para recuperar ser él mismo (“Andaluces levantaos…”). Hace pocos días uno de ellos, José Luis Serrano, catedrático de Teoría del Derecho de la Universidad de Granada, novelista y jefe del grupo parlamentario andaluz de Podemos, fallecía tras una rápida enfermedad.
            De extensa cultura, conocedor profundo de la historia andaluza, moderado y dialogante, excelente parlamentario, dejó una memorable intervención reivindicadora de los derechos de Andalucía a partir de las luchas en la Transición, fundamento del sujeto político que representa hoy la comunidad. Un análisis desde la interpretación del derecho político y de la historia, conjugado con el imprescindible corazón de un gran andaluz, que llegó a la política por el puro convencimiento de la necesidad de intentar plasmar lo que Blas Infante llamó el Ideal Andaluz. Sin ser un político al uso consiguió que un partido centralista adoptara el discurso más andalucista del Parlamento. Apoyado desde colectivos como Más Andalucía, con el que se sentía completamente identificado, logró que se aprobara una proposición no de ley de defensa del patrimonio constitucional andaluz.

            Con su desaparición se frustra un valor destacado en el campo de la política exclusivamente andaluza, cuando más necesitado se está de ello. Hoy, sus amigos que posaron junto a él en las alturas de la sierra de Gracia, tienen un motivo más para continuar el camino, cara al horizonte, del compromiso con una tierra que necesita de hombres y mujeres como José Luis Serrano, que vivió con fundamento y pasión el ser andaluz. 

viernes, 1 de enero de 2016

ANDALUCÍA NO PUEDE QUEDAR AL MARGEN DEL NUEVO TIEMPO POLÍTICO



Tal como auguraban las encuestas y el momento político el Congreso de los Diputados será muy distinto tras las elecciones del pasado día 20. El bipartidismo imperfecto ha tocado a su fin y la mayor representatividad del parlamento impone la cultura del pacto. Algo, por otra parte, muy común en las democracias europeas. Aunque PP y PSOE hayan resistido, con enorme sangría de votos, a partir de ahora nada será igual en la política española.
            La grave crisis económica, la corrupción política, la pérdida de derechos sociales y el empobrecimiento de una parte importante de la población, ha hecho mella en la democracia española, nacida del pacto constitucional de 1978. Las nuevas generaciones comprometidas que no conocieron la Transición venían demandando un cambio en el sistema. “El no nos representan” fue uno de los eslóganes del movimiento del 15-M. Y en buena parte esa rebeldía se ha plasmado en las urnas. Comenzó con las elecciones europeas, que aceleró la abdicación del rey Juan Carlos y la dimisión del líder de la oposición, el socialista Rubalcaba, y ha tenido su consagración en las generales últimas.
            No sería justo entender que la Transición no sirvió para nada. Gracias a ese pacto se articuló un sistema democrático que permitió cambios significativos en España. El mismo sistema desde el que se pueden y se deben abrir nuevos caminos acordes a la sociedad actual. Con sus carencias, quien la vivimos desde la lucha por la democracia, sabemos que no fue posible avanzar más, teniendo en cuenta que en la cúspide del poder se mantenía un Ejército de generales y jefes que habían  ganado la guerra civil e incluso combatido al lado del nazismo. Ello, en plena “alianza” con el  terrorismo más despiadado, no facilitaba otro tipo de salida.
Pero si a alguien se le puede achacar ese descontento de muchos jóvenes y de una parte de la sociedad española, es a aquellos que se han aprovechado de la democracia del 78 para sus propios intereses. A la corrupción señoreada en la política, se une los defectos de origen del propio sistema. Así, la propia Ley Electoral que nace de un decreto-ley preconstitucional de 1977, y que tuvo su continuidad en la Ley de 1985, hace que la representación en las instituciones no se corresponda con la completa realidad del voto. Izquierda Unida es buen ejemplo de esa injusta norma, que beneficia a las grandes formaciones y a los nacionalismos consolidados.
             Si el modelo político nacido tras la dictadura franquista, condicionado, insisto, por los poderes de entonces, fue  válido para la convivencia ciudadana, ahora hay que ser lo suficientemente valiente para acometer los cambios que una importante parte de la sociedad demanda. Buscar un nuevo consenso, acorde con los tiempos. Aceptado desde el diálogo.

Derecho a decidir no es independencia
           
Uno de los mensajes de las últimas elecciones es claro: el porcentaje de votos partidarios del denominado “derecho a decidir” es considerable, si tenemos en cuenta que el partido Podemos, que lo llevaba en su programa (en alianza con formaciones soberanistas), ha sido el gran triunfador (69 diputados en sus primeras elecciones generales, aunque no haya logrado el pretendido sorpasso al PSOE). Ya en otros artículos me he referido a que ese derecho no significa necesariamente apuesta por la independencia. El derecho a poder decidir es más amplio  y se identifica con el concepto  soberanismo, no con independentismo. Como señala el profesor Vicenç Navarro: Un pueblo, una nación, puede ser soberano (y por tanto tener el poder de decidir sobre qué relación desea con otros pueblos o naciones) y aun así escoger no ser independiente. Poder de decidir implica el poder de escoger entre varias alternativas, una de ellas, naturalmente, la independencia”. Pues bien, esta es otra de las realidades que aflora en la nueva situación. Probablemente el voto a Podemos esté basado en su programa social antes que en este postulado, pero se trata de una cuestión que tarde o temprano habrá de abordarse constitucionalmente.

Andalucía en la encrucijada

Ante este nuevo tiempo político Andalucía puede quedarse al margen de los cambios que se avecinan, incluso no ser considerada como nacionalidad histórica. El Parlamento andaluz aprobó recientemente con los votos favorables de PSOE, Izquierda Unida y Podemos, la proposición no de ley, en defensa del patrimonio constitucional andaluz. Una iniciativa elaborada por el colectivo Más Andalucía que fue acogida por el grupo parlamentario de Podemos. Aunque recortada en el trámite, compromete a los representantes de los andaluces en la defensa de lo conseguido a partir del 4 de diciembre de 1977 y posteriormente con el referéndum del 28 de febrero de 1980, que permitió situar al país andaluz a la misma altura que las reconocidas como nacionalidades históricas.
            Con todo ello, la sensación que se percibe es que Andalucía corre el riesgo de estar ausente de esta segunda transición. La formación de una fuerza propia, que recoja a los diferentes colectivos existentes, algunos especialmente activos, está siendo demandada desde diferentes provincias. Una tarea nada fácil la de abrir un espacio electoral, difuminado por la grave crisis del andalucismo, que llevó a la desaparición del único y debilitado referente (Partido Andalucista).
            Una nueva fuerza política habría de recoger los postulados de Blas Infante y el compromiso de progreso que su figura representa. Consecuentemente, tener un carácter progresista y abierto a las posibilidades del nuevo tiempo político. Buscar alianzas con partidos que, aun siendo estatales, apuesten por la defensa de la identidad andaluza. Por supuesto, tener como prioridad la defensa de los derechos sociales, de  los más desfavorecidos, que en los últimos años se han incrementado de manera alarmante. Situar, en definitiva, a Andalucía como protagonista y no espectadora de los cambios que se avecinan.