lunes, 10 de diciembre de 2012

CÓMO DESTRUIR A LOS SINDICATOS



Aparte de la imposición de la política económica que está llevando a unos índices de paro desorbitados, a la merma de los servicios públicos y al empobrecimiento del país a marchas forzadas, la ideología neoliberal procura por todos los medios la división de las clases trabajadoras. No sólo se trata de hacer culpables a quienes no lo son: ustedes tienen la culpa de la crisis por vivir por encima de sus posibilidades, y ahora tienen que pagarla. También se ha procurado, y en muchos aspectos se está consiguiendo, que los propios trabajadores se enfrenten entre sí. Ya lo ha puesto de manifiesto el Gobierno con respecto de los funcionarios, a los que ha utilizado como carnaza frente a los parados. Y ocurre con esa campaña orquestada para destruir a los sindicatos.
            En otros comentarios he dejado claro que los sindicatos tienen que asumir errores y reformarse profundamente, pero también he insistido en que el mundo sindical no es ajeno a la crisis que afecta a toda la sociedad. Una crisis de credibilidad que alcanza también a los partidos políticos, a la judicatura, a la Corona o a los medios informativos. En definitiva, no son una excepción. Por supuesto, que como organizaciones vivas de una sociedad democrática son criticables. Pero otra cosa es la campaña continuada que desde la mayoría de los medios de la derecha se lleva a cabo.
            La reciente huelga general es buena muestra de ello. Se asocia a los sindicatos con las acciones violentas de unos pocos, ajenos, en la mayoría de los casos, a las centrales sindicales. Es igual, para esos medios, la huelga es sinónimo de violencia, y la culpa es de los sindicatos. Esa fórmula, infame multitud de veces, no se para ante nada. Los mismos medios que critican las subvenciones a las centrales, ocultan las que reciben la patronal, y defienden las que percibe la Iglesia católica.
            Ese discurso orquestado desde el conservadurismo ha calado en amplios sectores de la población, que ven en los sindicatos al ogro que todo lo destruye. También entre los trabajadores que no van a la huelga “por que la convocan los sindicatos”. En ello, no sólo se aprecia el convencimiento honesto de mucha gente, también late el recurso fácil de no perder un día de salario, aunque realmente se comparta la razón de la protesta. Es mejor culpar a unas organizaciones, que con todos sus errores y pérdida de credibilidad son las únicas que se oponen claramente a la política económica neoliberal. Las únicas, junto con los estudiantes, que tratan de movilizar a una sociedad cada vez más adocenada.
            Los sindicatos tienen que cambiar, ser críticos con sus propios errores y luchar decididamente contra los sectores más reaccionarios que pretenden arrinconarlos. Contra unos poderes económicos que han conseguido acabar con derechos conseguidos tras décadas de lucha, que han anulado con reformas laborales la negociación colectiva, que tratan de destruir o hacer que el sindicalismo no pase de una mera presencia simbólica, despojándolo de su auténtica razón de ser.