“Nadie tiene por qué sentirse molesto” ha
declarado el presidente de Extremadura José Antonio Monago ante las protestas
–incluidas las del PP andaluz– por el vídeo electoral donde, recurriendo a los
más rancios tópicos, se ridiculiza a los andaluces, con tal de atacar al PSOE.
No es una historia nueva, pero no por ello menos injusta, y más si cabe, viniendo
de un partido de la vecina Extremadura, una región tan cercana y objeto de críticas y mofas por
parte de políticos y voceros del norte.
Se produce esta nueva “aportación”
al entendimiento entre los pueblos ibéricos del asiduo visitante a Canarias,
cuando aún está fresca la del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien anunció
que iba a enseñar a los andaluces “a pescar, no a repartir pescado”.
Acertadamente le respondió el secretario general de los andalucistas Antonio
Jesús Ruiz, quien recordó la contribución del millón de andaluces al avance de
la economía de Cataluña, de donde procede Rivera.
En estas actuaciones de dirigentes
políticos de fuera de Andalucía aflora ese sentimiento de exclusión y
menosprecio que continúa arraigado en parte de la sociedad española, que no ve
más allá de los tópicos, faltando cada dos por tres al respeto al pueblo
andaluz.
Esas continuadas descalificaciones
que buscan ganar un voto en otra comunidad sólo pueden causar una reacción de
rechazo entre los andaluces, independientemente de su ideología. Pero, ojo, esa
insistencia puede conducirse a un sentimiento de desafección hacia España. Doble
error para quienes tanto hablan de la sagrada unidad de la patria.