domingo, 29 de noviembre de 2015

JOSÉ ACOSTA SÁNCHEZ, UN ANDALUCISTA EN EL PARLAMENT










Foto Diario ABC de Sevilla




Algunos medios publicaron despachos de agencia dando la noticia escueta de la muerte de José Acosta Sánchez,  quien fuera elegido diputado andalucista por la provincia de Barcelona en las elecciones autónomas catalanas de 1980. Poca tinta ha merecido este catedrático de Derecho Constitucional y exmilitante del Partido Socialista de Andalucía y uno de los ensayistas más importantes en el campo del nacionalismo andaluz.
            Desde sus primero libros El desarrollo capitalista y la democracia en España (1975) Crisis del franquismo y crisis del imperialismo (1976), El imperialismo capitalista: concepto, períodos y mecanismos de funcionamiento (1977) y Andalucía: reconstrucción de una identidad y la lucha contra el centralismo (1978), su contribución al estudio del andalucismo, desde aspectos críticos con quienes lo han adormecido y lo utilizan en tiempo de elecciones, ha sido ampliamente fructífero.
            En los inicios de la Transición fue uno de los ideólogos, junto a José Aumente, del PSA (luego transformado en Partido Andalucista), pero su enfrentamiento con la dirección del partido liderada por Alejandro Rojas Marcos, le llevó a abandonar el grupo parlamentario en el Parlament y el partido.
            En aquellas primeras elecciones catalanas el PSA consiguió dos diputados (José Acosta y Francisco Hidalgo), todo un éxito para una formación que ya contaba con cinco diputados en el Congreso, y que comenzaba a preocupar a los partidos de izquierdas, principalmente al PSOE, que encontró en la crisis provocada por el referéndum del 28 de febrero de 1980 la oportunidad para desplazar a una organización que estaba calando en la ciudadanía andaluza.
            Acosta Sánchez fue muy crítico con la gestión realizada por Rojas Marcos, agravándose la situación por el apoyo prestado por el grupo andalucista en Madrid al presidente Adolfo Suárez en la moción de confianza planteada ese mismo año.
            En Cataluña, donde impartía clases en la Universidad de Barcelona, desde 1976, desplegó una gran labor entre los emigrantes andaluces.
            Antes de poder acceder a las lecturas de la obra secuestrada de Blas Infante, su libro Andalucía: reconstrucción de una identidad y la lucha contra el centralismo, me impactó de manera especial. Con esta obra creció su prestigio, y como me confesó en una ocasión, desde el PSUC (los comunistas catalanes)  trataron de convencerle para que ingresara en el partido.

            Apartado de la política desde 1988 –fue concejal durante quince meses en el Ayuntamiento de Córdoba, donde residía–, ejercía de catedrático de Derecho Constitucional de la universidad cordobesa desde 1996. Desde se jubilación lo hacía como profesor honorífico y continuaba ofreciendo conferencias y dirigiendo seminarios, algunos de los cuales tuve el honor de compartir. Recuerdo especialmente el que dirigimos en el Curso de Verano de San Roque, verdadera ocasión para volver sobre la memoria de un tiempo y debatir sobre Andalucía.

viernes, 13 de noviembre de 2015

PODEMOS Y EL TREN DE ANDALUCÍA






En un comentario anterior aludía que, tras la desaparición del Partido Andalucista, aunque esta formación no tuviese representación a nivel estatal y autonómico, se perdía un referente, con sus glorias y sus errores, en el campo del andalucismo. Del mismo modo, saludaba la iniciativa que en el seno del partido emergente Podemos, había surgido de la mano del parlamentario andalucista José Luis Serrano, tendente a articular una presencia de ese signo en el escenario político que se avecina.
         Del mismo modo, animaba a que otras formaciones andaluzas, como una sola piña, buscasen una vía que situara a Andalucía en el centro del proceso constituyente al que la situación política conduce irremisiblemente.  
         Sin embargo, a poco de la formación de las listas electorales, el núcleo dirigente de Podemos, no ha dado el paso necesario. Mientras, el proyecto Más Andalucía, continúa a la espera. Esta corriente, donde figuran personas de relieve y un nutrido grupo de jóvenes curtidos en los movimientos del 15-M,  se ha propuesto situar a este partido como punta de lanza en la defensa del reconocimiento de la categoría de nacionalidad histórica, motivo de la movilización del 4 de diciembre de 1977 y de la victoria del 28 de febrero de 1980.
         Pero la frustración está a un paso, tal como ya ocurriera con la liquidación política del nacionalismo de clase del socialista Rafael Escuredo a cargo del todopoderoso Alfonso Guerra, una vez que aquél liderara la lucha por la autonomía y ganara las primeras elecciones al Parlamento andaluz. O posteriormente con Julio Anguita y su proyecto de Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía, que él mismo dinamitó con su marcha a Madrid para salvar al Partido Comunista.

         En todos estos casos primaron intereses centralistas y partidistas a los de la propia Andalucía. Si ahora vuelve a ocurrir, si los políticos andaluces continúan pensando en Madrid antes que en la tierra a la que se deben, ésta habrá perdido un nuevo tren de los muchos que pasaron sin detenerse en las estaciones del sur.