Me
hallaba escribiendo unas líneas dedicadas a la memoria del recientemente
fallecido Juan Peña el Lebrijano, que ha seguido a las también cercanas marchas
de Juan Habichuela y Juana la del Revuelo, cuando la larga estela negra de la parca
nos alcanza nuevamente con la noticia de que José Menese, de manera inesperada,
recorre el fatal camino. Ambos cantaores dejan escritas letras de oro en la
historia del flamenco.
El Lebrijano llevaba el cante en las
venas. Su madre era una de los Perrate de Utrera y pronto bebió en los cantes
de Niña de los Peines y Antonio Mairena. Desde la ortodoxia amplió horizontes
al flamenco, siendo un cantaor innovador enlazando con la música andalusí, a
través de trabajos como “Encuentros” (1985), grabado con la Orquesta Andalusí
de Tánger y la guitarra de Paco Cepero. Criticado por ese “atrevimiento” por más
de un purista, persistió en esa línea con “Casablanca”(1998) y “Entre dos
orillas” (2014).
Con su muerte se va un cantaor de
leyenda, culto y comprometido desde sus inicios. Su disco “Persecución” (1972),
debido a la pluma del poeta Félix Grande, vino a demostrar que el flamenco no es
una simple tarde de juerga, que su mensaje es profundo, como lo es el pueblo
andaluz, y que extiende su sentimiento en las letras más brillantes. En esa
línea, con versos de Caballero Bonald alumbró “Tierra” (1992). Y con Gabriel
García Márquez “Cuando Lebrijano canta se moja el agua” (2008). Demostró el artista
la enorme posibilidad del flamenco de reencontrarse con las raíces andalusíes. Buena
prueba de ello fue su especial interpretación del Himno de Andalucía.
Por su parte, José Menese fue –junto a Manuel Gerena– el cantaor más representativo
del antifraquismo. Zapatero de profesión será recordado como uno de los grandes
del flamenco no perteneciente a la etnia gitana. Seguidor de Antonio Mairena
fue éste quien lo presentó en el inicio de los 60 del pasado siglo en el Cine
Carretería, de la localidad sevillana de Osuna. Trabajó en el famoso tablao
madrileño Zambra y mantuvo su compromiso con el cante puro hasta el último
momento.
La trayectoria triunfal del de La
Puebla de Cazalla no puede entenderse sin su encuentro con su paisano Francisco
Moreno Galván, pintor y poeta, quien escribió para él las letras de contenido
crítico que lo harían famoso, y que gracias a la habilidad del escritor consiguieron
burlar la censura política. Fue a través del escritor, miembro entonces del
Partido Comunista, como Menese adquiriría un compromiso claro en la lucha por
la democracia y contra el olvido del pueblo andaluz. Y sin abandonar su
influencia mairenista, introdujo letras nuevas, que vieneron a romper con las
clásicas habitualmente cantadas.
Entre los numerosos reconocimientos
conseguidos, no puede olvidarse que fue el primer flamenco que actuó en el
emblemático Teatro Olympia de París (1973 y 1974).
Juan Habichuela, Juana la del Revuelo,
El Lebrijano y José Menese como punto final. Que en este verano de ausencias,
la muerte se vaya también de vacaciones.