Los guionistas televisivos se afanan en introducir personajes subalternos andaluces, de acento exagerado y chiste fácil. Muy parecido al papel que se les asignaba a los norteamericanos de raza negra en las películas de Hollywood de la mayor parte del siglo XX, donde no pasaban de criados y mozos de ferrocarril. Y no es que estas profesiones sean dignas y respetables, es que se pretende mantener un tópico que no es nuevo, que corresponde a los arquetipos regionales asignados de hace ya mucho tiempo. El andaluz indolente, festivo, flamenco, ocioso –flojo- , como decimos por aquí. En cambio, el catalán, trabajador, intelectual y, también es verdad, ahorrador y más bien tacaño, si bien esto último ligado a su actividad de grandes emprendedores y productores.
El estereotipo televisivo es la consecuencia de un juicio injusto que viene en buena medida del exterior, de viajeros románticos y de otros, como Daniel Defoe y Madame Aulnpy- que no llegaron jamás a pisar tierra andaluza, pero cuyos libros hicieron mucho daño a Andalucía durante más de un siglo. Hubo algunas excepciones como las de Richard Twiss o Mathilda Vetan-Edwards.
La generalización aplicada a todo lo andaluz dibujaban un pueblo primitivo, fatalista, lujurioso y vago en muchos casos. Afirmaciones gratuitas que quedaban muy bien para cierta literatura extranjera, y que permanece, en muchos casos, en el subconsciente de los españoles, para aflorar en la televisión o en el teatro como hoy ocurre, a veces interpretado por andaluces, o por remedos exagerados de andaluces.
En épocas que estuve fuera de Andalucía, me molestaba tanto el andaluz que desdeñaba de su tierra y pretendía adoptar un forma de hablar diferente, para no parecerlo, como el que quería ser excesivamente gracioso, excesivamente andaluz, para agradar o aparecer gracioso. El ser andaluz lleva consigo una gracia especial que no puede ocultarse, pero ello está muy lejos del estereotipo que ya se ha mencionado
Existe un habla andaluza, indudablemente. Y ello es una riqueza de la cultura propia. Un habla muy variada, que Manuel Alvar, ex presidente de la Real Academia estudió pueblo a pueblo en la década de los cincuenta del siglo pasado. Alvar acabó asombrándose de la fonética, “la más progresista del mundo hispánico”, y la paradoja de convivir con unos de los léxicos, “más arcaizantes de España”. De manera especial destacaba la influencia del andaluz en el español de América (1). El pasado año, la
Universidad de Granada recopiló una serie de sus artículos en el libro “Estudios sobre las hablas meridionales”
(1) “Recuerdos de medio siglo andaluz”. El País Andalucía, 19-11-1996. Entrevista de Juan María Rodríguez.