Andalucía es un tema recurrente para algunos políticos como se ha venido demostrando con declaraciones de miembros del Partido Popular de arriba de Despeñaperros y de Convergencia i Unió. También se sube al carro de la demagogia gente de aquí como Cayetano Martínez de Irujo, conde de Salvatierra. Digo de aquí con cierta duda, pues en este caso se le podría aplicar aquellos versos de Pablo Neruda, “Siempre los ricos fueron extranjeros”. El hijo de la duquesa de Alba se despachó a gusto en el programa televisivo de Jordi Évola, “Salvados”. El aristócrata declaró que, “cuando ves a gente joven que no tiene el menor ánimo de progresar es grave. Eso sólo lo he visto en Andalucía. En el norte no pasa, tampoco en el centro y ni siquiera en Extremadura”. Y como colofón el vestigio del señoritismo andaluz, arroja flores a Durán Lleida, el político catalán que tiene siempre en el punto de mira a los jornaleros andaluces, sobre todo en período electoral.
Quien habla de la falta de iniciativa y de la subvención del trabajo andaluz, es alguien que jamás ha dado un palo al agua, y que como él mismo reconoció en la entrevista, la casa a la que pertenece, recibe tres millones de euros anuales de subvenciones de la Unión Europea.
A Martínez de Irujo le hubiese gustado vivir en la época medieval, afirmaba en la entrevista. Yo le creo, es un período que encaja mejor en lo que él representa: el vasallaje consustancial al feudalismo. Comprendo que en esta Andalucía está fuera de lugar, a pesar de las 25.000 hectáreas de la Casa de Alba.
La clase social que representa el conde de Salvatierra añora otros tiempos, algunos no tan remotos, en los que en alianza con la clase burguesa más conservadora del Estado español, tuvo mando en plaza, relegando a su propia tierra. La falta de iniciativa con la que acusa a los jóvenes andaluces, es la que la alta burguesía andaluza tuvo con su territorio natural, siendo la menos dinámica de todas las que se han dado cita a lo largo de la historia española. La que dio la espalda a Andalucía y propició los tópicos más innobles sobre sus gentes.
Presionado por el rechazo que sus palabras ha causado y por los más de quinientos jornaleros que invadieron una de sus fincas al grito de “No somos marqueses, tampoco banqueros, somos andaluces, somos jornaleros”, el marqués ha rectificado. Tras una entrevista con dirigentes del Sindicato Andaluz de Trabajadores ha admitido haber “aprendido mucho del campo andaluz” y que el PER, “es un mal menor”. Que sus declaraciones se referían a un grupo reducido de andaluces.
Con la boca pequeña, hace un gesto de arrepentimiento por su mala conciencia, obligado por los vientos, sabiendo que, como lo siente, volverá a tropezar en la misma piedra. Porque que un marqués rectificara no ocurría en el medievo.
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