Tiene Andalucía suficiente identidad histórica y cultural para no ir a la zaga de ninguna de las comunidades de España. Es más, su formación como pueblo trasciende a muchos europeos. Si embargo, su fuerte cultura fue españolizada, para ser utilizada como arma contra las sociedades emergentes y diferenciadas del Estado español. Relegada a colonia interior, dentro del esquema capitalista de ese mismo Estado, rescatando los postulados de Blas Infante, el pueblo andaluz despertó un 4 de diciembre de 1977 y en el referéndum del 28 de febrero de 1980. Pero desde entonces, las formaciones políticas democráticas, que, en buena medida, se subieron al carro de un andalucismo interesado –desplazados personajes como Escudero y anulado el único partido andalucista- fueron abandonando el carácter reivindicativo y convirtiendo la fecha histórica del 28-F en una celebración intrascendente.
En la coyuntura actual, donde la sanidad pública corre verdadero peligro y el paro galopante vuelve a enviar a nuestros jóvenes al extranjero, y donde Andalucía puede quedar relegada en el concierto de las nacionalidades de primera, ganada con movilizaciones y hasta con sangre durante la dictadura y la Transición política, se hace necesario retomar el espíritu que movió a la sociedad andaluza como una sola voz, como un pueblo unido por su dignidad.
Este 28-F puede ser el punto de partida para despertar nuevamente de ese letargo. Para que la sociedad civil encuentre los canales para manifestarse a través de unas organizaciones comprometidas con una tierra que necesita de reafirmarse. Que tiene mucho por lo que luchar, comenzando por reavivar su propia conciencia como pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario