Si el 130 aniversario de la llamada Constitución de
Antequera no ha pasado del todo desapercibido se debe a la aportación del joven
escritor gaditano Rubén Pérez
Trujillano. Su libro Soberanía en la Andalucía del siglo
XIX. Constitución de Antequera y andalucismo histórico (Atrapasueños, Sevilla, 2013), supone, a partir de ahora, una referencia
obligada para quienes traten de entender la historia andaluza, una historia en
buena medida frustrada por quienes siempre quisieron una tierra sometida.
El régimen caciquil y bipartidista recelaba de una Andalucía
que había sido “pacificada” en los
períodos revolucionarios de la
Gloriosa y la I República.
El movimiento obrero andaluz planteó sus primeros combates pero fue duramente
reprimido a lo largo de una década marcada por las hambrunas, el cólera morbo o
la caída del sector vinícola entre otras desgracias.
Necesitaba el país andaluz un proyecto propio,
que contemplara un cambio radical de una situación de abandono. Como señala el
autor en la génesis intelectual de este texto de 1883 tomaron parte lo más
granado del pensamiento andaluz de la época: el republicanismo demócrata, el
liberalismo social, el socialismo utópico y el primer feminismo. Y en esa
intersección el andalucismo como nacionalismo popular, “opuesto a las
opresiones propias de los sistemas liberales capitalistas: la de clase, la
nacional y la de género”. Un nacionalismo, añade contrapuesto a los
nacionalismos existentes hasta entonces.
Si la Constitución de Cádiz
fue el aldabonazo del proceso de construcción de un Estado liberal en España,
la de Antequera, indica Pérez Trujillano, “lo es para la transformación de
aquellos pilares de 1812, es decir, del capitalismo liberal y de la España unitaria centralista”.
Un auténtico proceso constituyente protagonizado por el pueblo andaluz. Sin
embargo, su fracaso debido a la intolerancia del régimen imperante, ahogó un
horizonte nuevo para Andalucía, llevándola hacia una situación extrema, donde
las clases trabajadores buscaron cobijo en el anarquismo y la revolución.
Rubén Pérez ha
querido acercar a los andaluces a su propia historia y ha estudiado otras
constituciones extranjeras para establecer con nitidez la enorme importancia
del texto andaluz. Una norma que de haberse llevado a cabo hubiera producido
una Andalucía diferente. Referente para los primeros andalucistas de Blas
Infante. Olvidada aunque se le reseñe fugazmente, merece ser conocida para
hacer justicia con quienes apostaron por una Andalucía de todos y nueva. Una
Andalucía que siempre estará en la mente y en la acción de los andaluces
comprometidos con su tierra.
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