Manifestación
del 4-D en Algeciras (Cádiz)
Relata
el carnavalero gaditano Antonio Martín en su libro La Andalucía de mis coplas,
que durante el concurso del primer Carnaval de la democracia, en 1976, y
con ocasión de presentar la comparsa “España y olé”, llegó hasta el camerino
Manuel de Diego, a la sazón presidente del jurado del Gran Teatro Falla. Éste
le dijo que “aun siendo España y Olé una gran
comparsa, le faltaba gaditanismo”. Que él entendía que antes que a España había
que cantar a Cádiz, que por encima del Norte estaba el Sur, y que muchos
problemas esperaban de su denuncia. De Diego le habló del barrio de Santa
María, del desprecio y el olvido de los gobernantes para con Cádiz.
En su narración al periodista José Antonio Ledesma,
Martín reconoce que recibió “una soberana lección de gaditanismo”, que jamás
olvidaría.
Este relato viene a ilustrar hasta qué punto había llegado ese sentimiento de
anteponer lo “español” a lo “andaluz”. De la utilización de lo andaluz como
meramente folklorista, de la manipulación de una cultura propia en favor de los
intereses del centralismo franquista. Una consecuencia más derivada de la división
del trabajo a escala del Estado, que asignaba a Andalucía un papel secundario en
beneficio del eje Madrid- País Vasco-Cataluña.
Como escribe el sociólogo José María de los Santos,
Andalucía considerada como la más España de las Españas, y simultáneamente
subestimada, es decir, considerada como una prolongación de la cultura
castellana. Mitificada y utilizada para combatir el pluralismo cultural
existente dentro del Estado.
Esa manipulación, propia de un territorio sumido en el
subdesarrollo, llevó a revertir los valores culturales de un pueblo, a que
muchos artistas cayeran en esa telaraña de confundir Andalucía con España. De olvidar
la denuncia de una situación de dependencia a través de las expresiones
culturales andaluzas, potentes y universalistas.
En palabras de De los Santos, “un colonialismo
prolongado, alimentador de una política de discriminación cultural, puede
acabar con la voluntad de ser de un pueblo, con la toma de conciencia popular,
con el fundamento, por tanto, de la verdadera nacionalidad”.
En vísperas de la fecha histórica del 4 de diciembre,
cuando una ola de ilusión y lucha recorrió Andalucía, urge plantearse el papel
actual de la comunidad andaluza en el concierto español. Si el país andaluz va
a ser protagonista de los nuevos tiempos que se avizoran, siendo él mismo, o se
va a erigir, bajo la dirección de sus responsables políticos, en el adalid de
la España más intransigente. Ello, una vez más, en perjuicio, pero esta vez en democracia, de su propia
identidad.
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