Andalucía es una
realidad conformada a lo largo de su extensa y rica historia. Con una geografía
perfectamente definida atravesó momentos de esplendor y fue postergada tanto
por las clases dirigentes del Estado, en muchos casos constituidas por
andaluces, como por una burguesía agraria que jamás adoptó un compromiso con su
tierra, convirtiéndose en una verdadera rémora para su desarrollo.
En el siglo XIX fracasaron los
intentos de un sector de la burguesía de dotar al país andaluz de un tejido
industrial propio, y los levantamientos populares fueron el recurso para
intentar cambiar una situación de enorme desigualdad en todos los aspectos.
Los intentos de promover un
compromiso con Andalucía a cargo de un pequeño grupo de andaluces ilustrados en
tiempos de Francisco María Tubino, y más tarde por los andalucistas de Blas
Infante, chocaron con la fuerte implantación del anarcosindicalismo. Y aunque
en el caso de Infante, el universalismo y la tierra fueron fundamentos de su
lucha, la ideología andalucista no llegó a impregnar a la clase obrera,
principalmente campesina.
Pero fue la Guerra Civil (1936-1939) la que
cercenó los proyectos de autonomía puestos en marcha por la
II República , gracias a la labor de
Infante. El largo túnel de la dictadura franquista condenó al olvido las
reivindicaciones de la identidad como pueblo y utilizó las expresiones
artísticas autóctonas y lo andaluz como mero folclore al servicio del poder.
Con la apropiación de la cultura de un pueblo, banalizándola y oponiéndola a
otras culturas que podrían ser reivindicadoras dentro del Estado, Andalucía
dejaba de ser Andalucía para ser España.
La
llegada de la democracia trajo consigo un renovado ímpetu de variar un presente
marcado por el subdesarrollo de una economía dependiente y de un colonialismo
interior.
A pesar de la barreras impuestas y
en duro combate contra el centralismo el pueblo andaluz consiguió la autonomía.
Sin embargo, desde entonces, y aun habiéndose producido cambios evidentes en la
sociedad andaluza, la desmovilización popular, el desencanto y la utilización
de Andalucía como mero escenario de confrontación electoral de los partidos
centralistas, han reducido el peso de la comunidad andaluza en el concierto del
Estado español y ha arrinconado la lucha por la identidad. A ello se une la
brecha económica que todavía existe respecto de otras comunidades, y que se ha
visto agravada con la actual crisis económica.
Como ya hicieran algunos artistas en
el tardofranquismo y durante la transición a la democracia, hoy se hace
necesario un compromiso con la tierra andaluza desde todos los ámbitos. También
desde las expresiones artísticas. Desde la poesía, un arma siempre presente en
la lucha de los pueblos, que no puede ser ajena en la hora andaluza.
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