Canela de San Roque fue siempre uno de los grandes puristas del flamenco. Para él los palos más duros no tenían secreto y Antonio Mairena fue su referente. Forjado en un mundo de gitanos cantaores, de esa cultura calé tan sanroqueña, que dio figuras como Antonia de San Roque, Perico Montoya o Jarrito, comenzó acompañado a la guitarra de otro grande, Frasco. En esa primera andadura también contó con el joven guitarrista Luis de San Roque. Luego su ascensión fue prodigiosa, obtuvo todos los primeros premios de los grandes certámenes a lo largo de toda España, donde prodigó actuaciones antológicas, algunas grabadas en directo.
El desaparecido poeta y flamencólogo Félix Grande me dijo en una ocasión que Canela era uno de los grandes cantaores de todos los tiempos, que en el panorama del momento flamenco, nadie como el de San Roque dominaba la soleá la seguiriya o la malagueña. Él lo había disfrutado especialmente en las noches en casa del pintor Juan Gómez Macías o en recogidas tabernas, esos lugares donde el flamenco, fuera de escenarios convencionales, despliega todo su imperio.
Y como Félix Grande coincidíamos muchos en que ese poderío, tal vez no estaba suficientemente apreciado. Lo había ganado todo, pero su ortodoxia no lo hacían comercial. Su humildad -mientras otros artistas me anunciaban sus éxitos fuera, para que publicase sobre ellos, él no informaba de sus giras ni de sus triunfos- no lo hacían mediático más allá de quienes en directo tenían la oportunidad de ver y escuchar la jondura y el duende traspasado y mantenido por generaciones de gitanos andaluces. Esa gloriosa cultura que traspasa fronteras y nos enorgullece como pueblo.
Una soleá del artista expresa esa raíz permanente :
Que yo he nacío en San Roque
y a mi me llaman Canela,
en el pecho tengo fragua
y en la garganta candela.
Sí, la tierra tira, Alejandro, Canela de San Roque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario