sábado, 3 de marzo de 2012

INTRODUCCIÓN A LOS ACTOS DEL DÍA DE ANDALUCÍA CELEBRADOS EN SAN ROQUE (Cádiz)





El 27 de mayo de 1978 quedó constituida en Cádiz la Junta de Andalucía, siendo elegido como presidente el magistrado y senador socialista Plácido Fernández Viagas frente al centrista Jaime García Añoveros. Fue el año en que los Carnavales de Cádiz recuperaron su tradicional denominación y en la mezquita de Córdoba se celebraba el Congreso de Cultura Andaluza, que abriría el escritor Antonio Gala, con el grito “Viva Andalucía viva”.
Andalucía estaba viva y apostaba por su autonomía sin ningún tipo de complejo. En octubre fue aprobada la Constitución y en diciembre los parlamentarios andaluces firmaron el Pacto de Antequera para caminar hacia el Estatuto. En marzo del siguiente año, tuvieron lugar las elecciones generales donde se produjo nuevamente la victoria de Unión de Centro Democrático.
En estos comicios el PSA, el partido que había rescatado el legado andalucista de Blas Infante, obtuvo cinco diputados, formando grupo parlamentario propio. Asimismo, obtuvo otros dos representantes en el Parlamento catalán.
El 2 de junio el socialista Rafael Escuredo fue elegido presidente de la Junta Preautonómica, iniciando su combate para lograr la autonomía plena que desembocaría en el referéndum del 28 de febrero de 1980.
Con anterioridad, el 4 de diciembre de 1977, dos millones de andaluces salieron a la calle demandando la autonomía. En una de esas manifestaciones, la que tuvo lugar en Málaga, fue asesinado el joven militante de Comisiones Obreras, García Caparrós. Como antes ocurriera con Blas Infante, en esta nueva etapa de reivindicación de esta tierra, Andalucía contaba con otro mártir.
         La UCD, el partido en el Gobierno, había decidido que Andalucía tenía que ir hacia la autonomía a través del artículo 143 de la Constitución, y no por el del 151, de más rápido desarrollo, y que habían seguido las comunidades llamadas históricas de Cataluña, País Vasco y Galicia. Los ayuntamientos y las diputaciones andaluces habían solicitado esta vía. Igual acuerdo tomó la Junta preautonómica. Por su parte la actitud del Gobierno de Suárez, empeñado en establecer diferentes categorías de comunidades, provocó la dimisión del ministro andaluz Clavero Arévalo, responsable de la cuestión autonómica, que uniría sus fuerzas a la de Escuredo en pro de la autonomía plena. En realidad, el ex ministro, que se ganó el cariño de los andaluces, corroboraba su compromiso claro, que le llevó un año antes a compartir con el presidente andaluz la presidencia del homenaje a Blas Infante en Casares. Al poco fundó Unidad Andaluza, que no tardaría en desaparecer, al no recibir los apoyos económicos necesarios, y la acentuado  acentuada tendencia de izquierda de la sociedad andaluza.
La consulta para alcanzar la autonomía por el 151 presentaba serias dificultades, ya que era necesario el voto favorable de la mitad del censo de cada una de las provincias. La mayoría de los medios existentes, la única televisión y la antigua cadena de prensa del Movimiento, favorecían la llamada a la abstención que se hacía desde el Gobierno.
Para la campaña institucional la Junta recibió la mitad del dinero que se le había concedido a vascos y catalanes para las de sus respectivos estatutos.  Escuredo y muchos alcaldes realizaron una huelga de hambre de tres días, que sirvió para obtener publicidad gratuita.
Sin embargo, la oposición, que, merced al pacto de socialistas, comunistas y andalucistas copaban ayuntamientos y diputaciones provinciales, supo movilizar y entusiasmar a los ciudadanos.
A pesar de ello, el camino estaba lleno de obstáculos. El censo que servía de base era el de 1975 con la última rectificación de 1978, y los errores del mismo se habían puesto de manifiesto en anteriores consultas. Obtener más del 50 por ciento de los votos afirmativos del censo electoral no era tarea fácil. Al igual que ocurriera el 4 de diciembre de 1977, el agravio comparativo movió a miles de andaluces en todos los pueblos, dispuestos a votar por Andalucía por encima de una pregunta enrevesada.
La UCD tuvo dificultades para encontrar en Andalucía interventores y apoderados suficientes, teniendo que recurrir a militantes de Ávila, León, Valladolid o Segovia.
El pueblo andaluz respondió al reto, pero Almería, donde también se ganó el referéndum, faltaron 20.000 votos para alcanzar la barrera del 50 por ciento del censo, un censo completamente viciado que hizo declarar a Manuel Clavero, que “se habría ganado si no hubiesen votado los muertos”. Fue una victoria política, pero una derrota legal. Los andaluces no olvidarían el comportamiento de un Gobierno que había intentado discriminar a su tierra, y la UCD, que tan buenos servicios había hecho a la democracia, comenzó a cavar su tumba debajo de Despeñaperros. La victoria por mayoría absoluta del PSOE en las primeras elecciones autonómicas, en mayo de 1982, fue el resultado más inmediato de aquel enorme error del gobierno.
Gobierno y oposición hubieron de buscar un acuerdo en el Congreso. No se le podía negar la autonomía que el pueblo andaluz había manifestado querer.
De esta forma, a Andalucía se le reconocía (mediante dos proposiciones que modificaba la Ley de Referéndum), la autonomía por el artículo 151 en las siete provincias que habían superado las exigencias del 28 de febrero y, posteriormente, Almería se incorporaría a este acuerdo. El 11 de noviembre el Congreso aprobó estas medidas que desbloqueaba la autonomía andaluza, añadiéndosele una enmienda de Clavero, en la que se pedía la retroactividad de la aplicación al 28 de febrero, una fecha histórica para el pueblo andaluz, que sustituiría al 4 de diciembre como día de Andalucía.
La Asamblea de Parlamentarios andaluces comenzó a redactar el Estatuto de Carmona, así llamado por ser en esta localidad sevillana donde se cerró definitivamente. Sus autores fueron los socialistas José Rodríguez de la Borbolla (que luego sustituiría a Escuredo en la presidencia), Miguel Ángel Pino y Ángel López, los centristas, Carlos Rosado Pedro Luis Serrera, el miembro del PCA, Javier Pérez Royo, y el andalucista, Juan Carlos Aguilar.
            El 20 de octubre, ocho meses después del intento de golpe de Estado, el pueblo andaluz respaldó masivamente  el Estatuto de Autonomía. La cercanía de la intentona militar limitó las aspiraciones más andalucistas del texto, que ni tan siquiera recogió en su preámbulo, tal como estaba previsto, la figura de Blas Infante, y que se incluiría unos años después.
  En 2007 un nuevo referéndum, con una escasa participación (36,28 por ciento), aprobaba el nuevo Estatuto de Autonomía


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