miércoles, 20 de octubre de 2010

EL CALLEJÓN SIN SALIDA DEL SÁHARA OCCIDENTAL



El caso de la independentista saharaui Aminatu Haidar expulsada de su tierra por el Gobierno de Marruecos, y su posterior huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote  hasta conseguir su readmisión, puso hace unos meses sobre el tapete de la actualidad internacional la cuestión inconclusa del Sáhara Occidental. Un conflicto incómodo para todas las partes y que hace imposible, hasta el momento, el cumplimiento de las resoluciones de las Naciones Unidas encaminadas a la descolonización del territorio, hasta 1975, bajo el control de España. Una resolución del Consejo de Seguridad de 20 de septiembre de 1988, autorizó al Secretario General a designar un representante especial para dicha zona en conflicto, al objeto de facilitar el ansiado referéndum de autodeterminación, bajo supervisión del organismo internacional y de la Organización de la Unidad Africana.
            Sin embargo, Marruecos no está dispuesto a que esta consulta se lleve a efecto y las resoluciones de la ONU, como tantas veces, no han pasado de ser papel mojado. Como respuesta el monarca marroquí ha dispuesto un proyecto de autonomía para la que considera una provincia más del reino. Esta iniciativa cuenta con dos poderosos aliados: Estados Unidos y Francia, que obviando los mandatos de las Naciones Unidas, entienden que es mejor no molestar a un país que es considerado como barrera para el integrismo islamista en el norte de África, al mismo tiempo que un especial  socio económico, sobre todo en el caso francés. Por su parte, España ha jugado un papel titubeante. En buena medida por las reivindicaciones que Marruecos hace sobre las ciudades de Ceuta y Melilla.
            Así las cosas, sólo una debilitada  Argelia, en cuyo territorio se hallan los campamentos de refugiados y el gobierno independentista del Frente Polisario, mantiene una postura de apoyo a la causa saharaui, que no es otra que la del derecho internacional y el respeto a las resoluciones de la ONU.
            Mientras esto ocurre, Marruecos ha colonizado el Sáhara y ha facilitado la implantación de una población no originaria, para borrar todo resquicio de rebeldía y situarse ante una consulta que, por otro lado, no está dispuesto a llevar a cabo. Y en la otra parte, un pueblo que padece los rigores de un medio extremo en los campos de refugiados y una represión continuada contra los independentistas que permanecen en las ciudades ocupadas. Un verdadero callejón sin salida, que llama a la conciencia de la humanidad con casos dramáticos como el de  Aminatu Haidar. Un aldabonazo de dignidad de un pueblo injustamente olvidado.

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