domingo, 15 de abril de 2012

EL ANDALUCISMO ANTE LA ENCRUCIJADA DE SU SUPERVIVENCIA

En abril de 2010 publicaba bajo el título “Una nueva oportunidad para el andalucismo” un artículo reflejando que tras los errores cometidos en el pasado, una nueva generación de andalucistas con Pilar González a la cabeza, habían iniciado el largo camino de conseguir levantar la presencia política del único partido netamente andaluz. Que ese nuevo proyecto debía estar acompañado de coherencia ideológica y de compromiso social, aprendiendo de los errores.
            Desde que en 2008 fuera elegida secretaria general del partido, Pilar González, con escasos medios y con mucha ilusión, ha realizado una intensa labor de acercamiento al ciudadano, dentro de un nacionalismo de izquierdas y ecologista, tal como quedó establecido en el XV Congreso del Partido Andalucista.
            Por ello, y porque no se puede condenar eternamente a una formación política por sus errores del pasado -todos los partidos los han cometido- el PA merecía una nueva oportunidad.
Sin embargo, los reveses electorales sufridos, especialmente en las últimas elecciones andaluzas, han dejado al Partido Andalucista al borde de su desaparición. Ahora, Pilar González ha anunciado que no optará a la reelección en el próximo Congreso previsto para el mes de julio. Alega para ello la tutela que el histórico líder y fundador del partido Alejandro Rojas-Marcos quiere imponer a la dirección hasta la celebración de dicho Congreso, mediante una terna de la que formaría parte la propia González. Ésta considera que el partido corre el riesgo de girar a posiciones conservadoras.
Nuevamente, parece que vuelven a la familia andalucista los fantasmas de la autodestrucción, que han presidido la vida de una formación que rescató el legado de Blas Infante y que, en los inicios de la democracia, llegó  a tener grupo propio en el Congreso de los Diputados y dos representantes en el Parlamento catalán. El propio Julio Anguita reconocía en una reciente entrevista que el resto de partidos debían su andalucismo al que entonces se denominaba Partido Socialista de Andalucía.
Ante ese peligroso derrotero, el Partido Andalucista debe abrir un debate sosegado sobre las causas de su debacle electoral, reafirmando una ideología progresista en consonancia con la raíz que representó el andalucismo histórico, diferente a los nacionalismos conservadores, y preguntarse por las causas que impiden que ese discurso llegue a los andaluces. Incluso cuando como ahora era la única formación que, al mismo tiempo de proponer un programa progresista, resaltaba su postura de defensa de la autonomía andaluza como una parte esencial del mismo.
De la misma forma,  Pilar González tendría que optar a la reelección y que sean las bases las que decidan. Es verdad que los resultados electorales están ahí y que después de ello, y de tanto esfuerzo desplegado, González tiene derecho –para otros el deber- de dar un paso atrás. Pero, por otro lado, la actual secretaria general, a pesar de las dificultades para acceder a los medios, ha puesto rostro al andalucismo y, sobre todo, coherencia en el discurso.
En cualquier caso, no es buena noticia para Andalucía que el PA haya quedado relegado del Parlamento andaluz. En nada sería un perjuicio para esta comunidad, que se ganó la autonomía gracias a la movilización de su pueblo, contar con un partido andalucista fuerte, con presencia en la sociedad y en las instituciones, ya sea el PA, u otra formación renacida de sus cenizas, que mantenga viva la llama que encendiera Blas Infante en 1915 con su “Ideal andaluz”. Máxime ahora, cuando desde diferentes instancias se pone en tela de juicio el Estado de las Autonomías, y el nacionalista catalán Durán Lleida, considera que las únicas que deberían mantenerse son las de Cataluña, Euskadi, Galicia y Navarra.
El andalucismo afronta la más difícil de sus encrucijadas y en el peor de los momentos. Acertar no será fácil, pero tiene que intentarlo por encima de personalismos que a nada bueno conducen. Ojalá acierte en su camino, sin claudicar de sus principios, de su razón de ser.

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