sábado, 30 de julio de 2016

EL VERANO NEGRO DEL FLAMENCO

Portada de "Persecución"


Me hallaba escribiendo unas líneas dedicadas a la memoria del recientemente fallecido Juan Peña el Lebrijano, que ha seguido a las también cercanas marchas de Juan Habichuela y Juana la del Revuelo, cuando la larga estela negra de la parca nos alcanza nuevamente con la noticia de que José Menese, de manera inesperada, recorre el fatal camino. Ambos cantaores dejan escritas letras de oro en la historia del flamenco.
         El Lebrijano llevaba el cante en las venas. Su madre era una de los Perrate de Utrera y pronto bebió en los cantes de Niña de los Peines y Antonio Mairena. Desde la ortodoxia amplió horizontes al flamenco, siendo un cantaor innovador enlazando con la música andalusí, a través de trabajos como “Encuentros” (1985), grabado con la Orquesta Andalusí de Tánger y la guitarra de Paco Cepero. Criticado por ese “atrevimiento” por más de un purista, persistió en esa línea con “Casablanca”(1998) y “Entre dos orillas” (2014).
         Con su muerte se va un cantaor de leyenda, culto y comprometido desde sus inicios. Su disco “Persecución” (1972), debido a la pluma del poeta Félix Grande, vino a demostrar que el flamenco no es una simple tarde de juerga, que su mensaje es profundo, como lo es el pueblo andaluz, y que extiende su sentimiento en las letras más brillantes. En esa línea, con versos de Caballero Bonald alumbró “Tierra” (1992). Y con Gabriel García Márquez “Cuando Lebrijano canta se moja el agua” (2008). Demostró el artista la enorme posibilidad del flamenco de reencontrarse con las raíces andalusíes. Buena prueba de ello fue su especial interpretación del Himno de Andalucía.
         Por su parte, José Menese  fue –junto a Manuel Gerena– el cantaor más representativo del antifraquismo. Zapatero de profesión será recordado como uno de los grandes del flamenco no perteneciente a la etnia gitana. Seguidor de Antonio Mairena fue éste quien lo presentó en el inicio de los 60 del pasado siglo en el Cine Carretería, de la localidad sevillana de Osuna. Trabajó en el famoso tablao madrileño Zambra y mantuvo su compromiso con el cante puro hasta el último momento.
         La trayectoria triunfal del de La Puebla de Cazalla no puede entenderse sin su encuentro con su paisano Francisco Moreno Galván, pintor y poeta, quien escribió para él las letras de contenido crítico que lo harían famoso, y que gracias a la habilidad del escritor consiguieron burlar la censura política. Fue a través del escritor, miembro entonces del Partido Comunista, como Menese adquiriría un compromiso claro en la lucha por la democracia y contra el olvido del pueblo andaluz. Y sin abandonar su influencia mairenista, introdujo letras nuevas, que vieneron a romper con las clásicas habitualmente cantadas.
         Entre los numerosos reconocimientos conseguidos, no puede olvidarse que fue el primer flamenco que actuó en el emblemático Teatro Olympia de París (1973 y 1974).

         Juan Habichuela, Juana la del Revuelo, El Lebrijano y José Menese como punto final. Que en este verano de ausencias, la muerte se vaya también de vacaciones.

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