domingo, 13 de septiembre de 2015

EN EL ADIÓS DEL PARTIDO ANDALUCISTA

El Partido Andalucista ha celebrado su último congreso. Al llegar a este punto, que finiquita cincuenta años de actividad política, son muchos los análisis que se hacen sobre las causas que han llevado a ese callejón sin salida. El partido que recuperó la memoria de Blas Infante y los símbolos olvidados de Andalucía, que llegó a contar con grupo propio en el Congreso y con dos diputados en el Parlamento catalán, dice adiós dignamente tras los continuados fracasos electorales.
      Las causas de este final son diversas. Algunos se refieren a hechos ocurridos hace más de treinta años: el trueque de las alcaldías de Huelva y Granada por la de Sevilla en las primeras elecciones municipales, la bisoñez con que afrontó la salida al referéndum del 28 de febrero de 1980, incluso el apoyo a la investidura de Suárez. Otros hablan de personalismos, de continuos enfrentamientos internos, de ambigüedades ideológicas y de falta de liderazgo.
     Probablemente, haya de todo un poco. Pero también es cierto que a esta formación no se le han perdonado los errores, al contrario que a otras organizaciones. Y que ya en su prodigioso éxito en la Transición se encontró con un PSOE liderado por el andalucista Rafael Escuredo, que acabó fagocitándolo.
      Asimismo, en el momento actual, no puede soslayarse la aparición de los nuevos partidos, con gran proyección mediática. Los andalucistas no han contado con altavoz alguno. Quien no sale en los medios no existe. Y, por supuesto, quien no cuenta con los apoyos del mundo financiero. Ya lo sufrió el prestigioso político Clavero Arévalo cuando tuvo que plegar velas del proyecto de Unidad Andaluza en los primeros años de la democracia.            
      Los andalucistas del PA, que comenzaron en el socialismo del tardofranquismo (Partido Socialista de Andalucía era su nombre), acabaron, en muchos casos, siendo muletilla sin pretensión ideológica en diputaciones y ayuntamientos, o sin saber hacerse notar en sus dos coaliciones con el PSOE en el gobierno de la Junta.
       La desaparición de un partido democrático provoca desazón pero, al mismo tiempo, en el caso presente, debe abrir un debate sobre el futuro del andalucismo, entendido como el movimiento progresista, identificado con una tierra donde queda muchísimo por hacer, distinto de los nacionalismos periféricos excluyentes, tal  como lo concibió Blas Infante.
        Actualmente, un movimiento andalucista trata de abrir espacio en el seno de Podemos. Una tarea nada fácil dentro de una formación centralista. Un empeño, por otro lado, que hay que saludar y que debiera producirse en otros  partidos y sindicatos
        Al mismo tiempo, existen partidarios de acometer un proyecto nuevo, que intente ilusionar a la sociedad andaluza, recuperar esa pretensión de un poder andaluz, capaz de motivar y movilizar. 
        Decimos adiós al histórico Partido Andalucista, pero no al andalucismo, que habrá de buscar caminos sobre un escenario nuevo.

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